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Amnistía... inmigración... ¿Mañana?

Pasa lista uno a quienes no hacen más que hablar y concluye pronto: no dicen verdad ninguna. No quedan discípulos de Sócrates

JUAN MARTÍN QUERALT, ABOGADO

Martes, 11 de marzo 2025, 00:14

Ayer se fue, el mañana no ha llegado...

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Y es más fácil, ¡oh España! , en muchos modos que lo que a todos les quitaste sola ... te puedan a ti sola quitar todos

Releyendo a Quevedo recordaba lo que cuentan ocurrió en el año 399 a. C. cuando el filósofo griego Sócrates fue demandado en juicio por la ciudad de Atenas, acusado de pervertir a los jóvenes y alejarlos de los dioses.

En su defensa ante el Tribunal señaló: «No sé atenienses, la sensación que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, no han dicho nada verdadero...

Por primera vez comparezco ante un Tribunal a mis setenta años. Soy ajeno al modo de expresarse aquí... os pido como algo justo, según me parece a mí, que permitáis mi manera de expresarme y consideréis y pongáis atención solamente a si digo cosas justas o no. Este es el deber del juez; el del orador decir la verdad».

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Se le dio a elegir entre renegar de sus ideas o ser condenado al suicidio tomando cicuta. Eligió la muerte.

Años más tarde, Platón, su discípulo preferido, al narrar la muerte de Sócrates en su Fedón, escribió: «es el fin del hombre de quien podemos decir que ha sido el mejor de los mortales en nuestro tiempo. El más sabio y el más justo de todos».

Pasa lista uno a quienes no hacen más que hablar y concluye pronto: no dicen verdad ninguna. No quedan discípulos de Sócrates. Sí quedan, y muchos, discípulos de sus acusadores. Aquellos que hablaron mucho y no dijeron verdad ninguna. ¿Quieren nombres? Todos los conocemos. En aquella ocasión los acusadores hablaban en nombre de Atenas. Hoy pueden representar a cualquier Gobierno: central, autonómico o municipal.

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Recuerden lo que se dijo y lo que se hizo: no cabe amnistía... hasta que un delincuente la exigió y no contento con ello exigió un privilegio financiero para Cataluña; el servicio al interés general está por encima de todo... hasta que la Fiscalía General del Estado destruye pruebas, al tiempo que Fiscales apoyan los recursos de jefes de ETA y solicitan el archivo de la causa por el asesinato de Miguel Ángel Blanco; la Abogacía del Estado se convierte en Abogacía del Gobierno; la función pública al servicio de placeres privados de quienes ya viven del Erario público; la Justicia es sagrada... hasta que convertimos el Tribunal Constitucional en Tribunal de casación, que siempre nos puede venir bien en un futuro...; la Hacienda Pública decían que era cosa de todos... pero cuando hay que ejecutar sentencias y devolver dinero a mutualistas... que se esperen; que nadie tenga prisa en que se ejecuten sentencias contrarias a esa misma Hacienda Pública muy predispuesta a servir a su señor -que a lo que parece no es el Estado-; ese mismo señor al que abren sus puertas de par en par el Banco de España, el Consejo de Estado, el Consejo General del Poder Judicial, RTVE, las empresas del IBEX 35...; las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado... cuando la dejan y cómo la dejan. Triste papel de lo que fue la pila bautismal del Estado de Derecho y hoy es poco más que abrevadero donde sacian sus apetencias gentes de segunda fila. Y algún que otro delincuente.

En eso estamos. Muy lejos de Sócrates y de la mínima dignidad exigible en una sociedad de gentes libres. El ayer se fue, pero se está escribiendo el mañana... No lo olvidemos. Pensemos sólo en el futuro de lo que un día fue la Hacienda General del Estado y hoy es... lo que es. Y lo que va camino de ser. Volveremos sobre ello.

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