EDITORIAL
En apenas media hora, un incendio en una vivienda de un edificio de la valenciana avenida del Maestro Rodrigo se expandió por todo un complejo ... residencial de quince plantas de altura, que se convirtió en un infierno, una trampa mortal. La tragedia, cuyo número de víctimas aún está por esclarecer, ha golpeado a una ciudad que se preparaba para vivir las Fallas. De hecho, mañana domingo estaba prevista la Crida, que por razones obvias ha sido suspendida. Valencia está de luto. Acaba de padecer el que es sin duda el peor incendio en su Historia y los ciudadanos, aún en shock, se preguntan cómo ha podido suceder. Pero antes de entrar en el análisis de las causas del siniestro, lo primero es ayudar a los afectados. Empezando por los familiares de las víctimas, que en algunos casos van a necesitar la asistencia psicológica para poder superar el dolor extremo de la pérdida de un ser querido. Las historias de cada uno de los desaparecidos golpean la conciencia colectiva de la sociedad valenciana y estimulan la necesidad de llegar al fondo del asunto para que algo así nunca vuelva a suceder. Además, hay cientos de residentes en los inmuebles que lo han perdido todo y de la noche a la mañana se ven en la calle sin sus enseres personales, sin los objetos que sirven para llevar adelante una vida normal. También sin los recuerdos que se van acumulando a través de los años, sin esas fotografías que permiten establecer un itinerario vital y que ahora tanto echarán en falta. Esas pequeñas cosas que a diario pueden pasar desapercibidas pero que cuando se pierden cobran todo su significado. A todos ellos, las Administraciones públicas deben atenderlos con la mayor diligencia posible. Las primeras declaraciones del presidente Mazón confirman la voluntad de la Generalitat y el Ayuntamiento de no dejar desamparados a estos cientos de ciudadanos.
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La terrible labor de desescombro de los edificios y de recuperar los restos mortales de las personas que encontraron su muerte en la tarde-noche del jueves dará inmediato paso a la búsqueda de las causas del incendio. Los bomberos tratarán de dilucidar cómo se originó el fuego y por qué se propagó a una velocidad inusitada, extrema, imparable. El fuerte viento que azotó Valencia la tarde de la tragedia no explica por sí solo la magnitud del suceso. Es la composición de la fachada, los materiales de los que estaba hecha la piel del edificio, donde hay que investigar la virulencia del siniestro. La utilización de poliuretano y de polietileno para el aislamiento térmico, siendo como son altamente inflamables, transformaron el revestimiento exterior en una monumental cortina de fuego que envolvió toda la construcción y dificultó la labor de extinción de unos bomberos que arriesgaron sus vidas para salvar a los vecinos. Las normativas oficiales de construcción evolucionan conforme lo hace el conocimiento técnico y los acabados de fachada de los inmuebles de Maestro Rodrigo son imposibles en la actualidad. La Historia de la humanidad está jalonada de este tipo de trágicas lecciones. Parece como si el ser humano sólo aprendiera a partir de errores que cuestan vidas y que obligan a repensar las intervenciones ordinarias. Sin olvidar nunca el dolor por las víctimas y, por supuesto, sin politizar un suceso tan terrible, las autoridades responsables deben tratar de esclarecer lo ocurrido con el objetivo principal de evitar que algún día pueda repetirse. En la memoria colectiva de la ciudad –aquella que guarda las imágenes de la riada del 57 o del accidente del metro de 2006– quedará para siempre el 22 de febrero de 2024 como un día negro, de miedo y de luto. Las lágrimas por los fallecidos deben dar paso al resarcimiento y el esclarecimiento.
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