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Si el PSPV, perdón, si Pedro Sánchez se ha equivocado o no ungiendo a Diana Morant como nueva líder de los socialistas valencianos lo ... sabremos con el tiempo. Quizá pronto. Pero, mientras la respuesta llega, lo lógico es dejarle hacer. Aunque, ahora que el partido celebra un congreso descafeinado, aunque no exento de las ya tradicionales tensiones internas, debemos también hacer una reflexión sobre qué se espera de ella. Qué podemos reclamarle los valencianos, más allá del PSPV, como cabeza visible del principal partido de la oposición y muleta imprescindible de la izquierda valenciana. Una izquierda en tiempo de zozobra: con Podemos y/o Sumar en la irrelevancia y con un Compromís que languidece bajo la sombra de líderes caducos que se resisten a marchar -Joan Ribó dice adiós pero sigue en danza; Enric Morera se apoltrona en el Senado, sin llegar a asomar cabeza, y Joan Baldoví se aferra a una forma de hacer política sainetera e ineficaz-.
En este punto, ¿despierta, de verdad, Morant ilusión entre los suyos? ¿Y más allá del PSPV? Algunos en su partido defienden que era la mejor alternativa. O lo que es lo mismo, no había otra opción. Su principal aval, al margen de las presiones de Moncloa, un currículum asentado en su cargo como ministra de Ciencia, Innovación y Universidades -a pesar de que nunca ha sabido sacarle partido- y su exitosa etapa como alcaldesa de Gandía. Destacan, además, que le sobra capacidad a nivel formativo y su templanza. Eso sí, reconocen que se ha transmitido en los últimos tiempos una imagen de ella como alguien con falta de empatía y exceso de frialdad. Algo que puede generar desconfianza, en especial, con quienes no son sus adláteres. Lo dicen -insisto- sus próximos y quienes creen que Carlos Fernández Bielsa jugó en su día mal las cartas. Una excesiva arrogancia y su ansiedad dinamitaron cualquier opción.
Morant, en cualquier caso, debe preguntarse de forma recurrente si su liderazgo ilusiona. No ahora, sino siempre. Ahí encontrará respuestas sobre lo que debe hacer. Estos días, en pleno congreso, los suyos (y los que no lo son tanto) aparentarán que sí. Pero la realidad es que euforia no parece haber despertado en ningún momento. Hay aceptación -casi resignación-, pero también preocupación. Tanto que, incluso, hay quien basa sus esperanzas cara al futuro más en que el gobierno de Carlos Mazón se pueda quebrar por alguna o varias torpezas, que en el valor añadido que pueda aportar la nueva líder de la izquierda valenciana.
«Tres años, como van las cosas ahora, es muchísimo tiempo», aseguran reputados socialistas. «Puede pasar de todo», añaden recordando los tiempos convulsos que vivimos a nivel nacional. Sea como sea, lo que es evidente (y decente) es que se debe conceder a la nueva jefa del PSPV una oportunidad. Se la ha dado, primero, el presidente Sánchez; se la ha ratificado el ya embajador Ximo Puig, y ahora se la da de forma oficial su partido, tras una designación sin primarias y con dedazo de por medio. Merece una oportunidad de los suyos y de todos. Aunque, en tiempos en los que la política está rozando unos límites de descrédito asfixiantes -tras las bochornosas sesiones en el Parlamento y el Senado de estas semanas-, lo que también se le debe pedir como contrapartida es que su liderazgo -dure lo que dure- sea constructivo.
Que ejerza política en mayúsculas y que sepa discrepar desde la cordialidad. Porque Morant, que comienza su nueva aventura de cero, tiene una ocasión única para ser un gran referente en su tierra, demostrando que hay otra forma de hacer política. Algo que tiene que articular casi desde los cimientos porque, de entrada, está lejos de serlo. Y tiene, a su vez, una enorme responsabilidad. Porque si se equivoca en su manera de ejercer ese liderazgo, contribuirá a aumentar aún más la desafección de la ciudadanía con la política. Y eso sería desastroso para el futuro del PSPV y para los intereses de los valencianos.
El que fue general jefe del Cuartel de Alta Disponibilidad en Valencia, Francisco Gan Pampols, escribió un libro titulado 'El arte de mandar bien'. En él regala claves sobre cómo formar parte de la élite de líderes que necesita el siglo XXI. Entre otras: «ser un referente de una sociedad de ciudadanos libres e iguales (...); una élite alejada de la mediocridad y el cortoplacismo, ajena a la partitocracia, que quiera y pueda formular una visión que ilusione y motive a la ciudadanía». Ser capaz de adaptarse a los tiempos y trabajar «por el bien común».
¿Está hoy Morant en esa elite de líderes para el futuro? ¿Tiene, de verdad, un equipo sólido que le ayude a ello y genere confianza? La nueva secretaria general del PSPV debe salir de esa burbuja (situada en la Moncloa) en la que se metió y acomodó estos últimos años. Un lugar enmoquetado donde ha encontrado una forma de vivir la política bien diferente a la ejercida en Gandía y desde donde ha observado de otra manera las necesidades de la Comunitat. Una mirada desde la lejanía que le ha hecho perder sensibilidad. ADN. Si su mirada no va más allá de su ombligo, no logrará ser la líder que necesitan los suyos. Si no logra demostrar que su dependencia de Sánchez es irreal, tampoco. Si queda atrapada en la endogamia partidista y en la zona de confort ideológica, fracasará. Si no hay generosidad (o sólo la hay con los acólitos), tampoco triunfará. Si no logra ser más la valenciana Diana que la señora ministra, su proyecto se desvanecerá. Como el de tantos otros que le precedieron sin llegar jamás a la Generalitat.
Es domingo, 24 de marzo. Tres reflexiones y cerramos la plaza. La primera de Baltasar Gracián: «no basta con ser inteligente, se precisa la predisposición del carácter». La segunda, otra vez Francisco Gan: «sin aportar valor, no hay liderazgo». Y la tercera, de Ximo Puig: «qui no és capaç d'entendre totes les mirades d'una societat diversa (...) és imposible que la governe bé».
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