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Difícil es descubrir hoy el trazado de la vía comercial que se entoldaba gracias a los comerciantes, que así ofrecían sombra de buena mañana. Era ... la calle que recibía el impulso mecánico y ruidoso del tranvía; el anuncio de que la ciudad enlazaba los barrios del norte -casi huertanos- con los que aspiraban a la modernidad. Ahora las mesitas de las terrazas pertenecientes a locales con nombres ingleses, italianos o franceses son solicitadísimas y reina el olor de freidurias, café o chocolate, según los meses y la temperatura; es una de nuestras grandes plazas con vida intensa y cambiante; donde jugaban los surtidores de la fuente central o desaparecían sin más; acuden palomas o brillan por su ausencia. Es plaza para divagar, proyectar, quedar con amigos en los bancos centrales o suspirar porque los ocupan quienes desde buena mañana deciden pasar alli la jubilación, con todos sus derechos. Y todo ante un trajín de turistas dedicados a fotografiar el Miguelete y la catedral.
En esta vía gozó del publico femenino 'El Buen Tono', inaugurada en 1876 por el señor Sánchez, con la oferta de esencias, perfumes, cremas parisinas y cuadros de jóvenes pintores; la perfumería que en 1980 aún conservaba las placas de yeso de un acentuado modernismo francés, L'Eté. En dicha calle, tuvo su negocio de papelería el grabador Faustino Nicolás, cuyas pinturas cenitales perduran en el Centro de Arte Hortensia Herrero.
Este artículo es resumen, realizado por la autora, del capítulo correspondiente de su libro Valencia vivida, publicado por Carena Editors, Valencia 2007.
En el ayer quedaron los nombres de los muebles de Casa Janini; los Abanicos Colomina, que llegaron a emplear piel de cabritilla, puntillas de Bruselas o plumas de marabú... Era la década del modernismo mostrado en las esplendidas joyerías inspiradas en la mujer-libélula. Frank Goerlich, comerciante austriaco, se había establecido para importar cristal de Bohemia, porcelanas y publicaciones austriacas como Wiener Ilustrierte y Moderne Kunst, muy solicitadas por profesionales de arquitectura e interiorismo.
Todos los negocios, pensados para la clase elevada: desde Juguetes Giner a los Almacenes España, que instalaron una gran jaula con pájaros exóticos. También en la memoria urbana hay que recordar el éxito de Las Columnas, donde se daban lecciones para tricotar, fomentar tertulias; en fin, para incrementar la vida social.
En la esquina de la calle de Zaragoza con Corretgería existió un estudio de pintores bohemios que, además de trabajar, daban sus pequeñas fiestas; algunos todavía recuerdan y pintan.
El Diluvio también merece citarse con su oferta de paraguas, abanicos y elementos de piel. Era un comercio que en vísperas de Navidad y Reyes se llenaba de público, como sucedía también con la tienda de Guantes Piqueras, al otro lado de la plaza, que ostentaba la famosa 'manota', donde se hallaban toda clase de modelos de guantes.
Plaza con el cercano y mítico Pasaje Giner, que ha perdurado en esta ciudad concebida para gozar del buen tiempo.
No olvidemos que entre sus sueños figuró el de una fuente circular, musical, sin tener en cuenta que el ambiente bullicioso no permitía escuchar ninguna composición. En ese espacio, hoy se alzan palmeras y setos ajardinados. Confiemos en la obra acertada de un futuro. Plaza vieja, querida, con mil historias, acogedora de concentraciones, ferias y sonido de campanas.
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