El beaterio

El templo nos devuelve al pasado del beaterio, ese misterioso mundo de doncellas solteras y viudas entregadas a la oración y al caudal imaginativo de su fantasía. Un mundo irreal fundado, según crónicas por Jaime I en agradecimiento a la rendición de la ciudad musulmana. Hecho que se mantiene hasta el siglo XIX, cuando se descubren documentos que certifican a Jaime II como fundador del insólito monasterio en 1326. Centro religioso, pero dependiente sólo del poder real, no del religioso. La constancia de quince beatas, mujeres jóvenes en su mayoría, a quienes podían visitar personajes de la nobleza para efectuar donaciones dieron pie a historias de amor recogidas en numerosas leyendas, entre las que destaca sor Catalina Centelles, a quien invitó a la aventura Martín el Humano. La pobre sor Catalina, humillada y sin defensa alguna fue ingresada en un convento de férrea vigilancia y censura.

Más suerte tenían las beatas de Arequipa en el beaterio de Santa Catalina, que tuve ocasión de visitar. Convertido hoy en centro cultural de carácter turístico etnológico se descubre el conjunto de celdas que en realidad eran espacios dedicados a la habitación dormitorio, sala para recibir visitas y terraza con lavadero y plantas.

Flores exóticas, pájaros y ángeles de estilo virreynal cubrían los techos inventando cielos de nubes multicolores y las paredes estaban dedicadas a composiciones de tema religioso, especialmente a la Virgen con el Niño. Las beatas contaban además con la colaboración de servicio doméstico costeado por la familia. El beaterio era una selecta corte donde se rezaba y se amaba.