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Fue corriendo hasta el banco y comenzó a ladrar. El hombre, acurrucado, con las rodillas dobladas a la altura del estómago, se asustó. Luego, al ver que era un dálmata, un perro de lujo, se tranquilizó pensando que a él, tan mal vestido, no le ... mordería. «¡Eh, tú, márchate, fuera, vete!» El hombre se había sentado y se subía las solapas de la chaqueta pero el animal ladró todavía más. El caballero llegó desde el centro del jardín. Su figura maciza, con un abrigo beig de impecable hechura, se recortaba en la noche.
El caballero pidió 'Lunares', tranquilízate; y ofreció al hombre un cigarrillo que aceptó , «Estaba dormido y creía que me mordía».
liEste artículo es resumen, realizado por la autora, del capítulo correspondiente de su libro Valencia Noche, publicado por Plaza&Janés en 1978.
-¿Durmiendo aquí, a la una de la madrugada...? -Sin más, sacó la cartera y le dio cuarenta duros-. Vaya a una pensión.
Se largaron, pero a los pocos minutos estaban de vuelta y el caballero habló:
-Escuche; soy una persona de gran sensibilidad y tengo corazón. ¿Por qué no viene a mi casa? ¿De dónde es?
-De un pueblo de Cuenca; trabajo en la construcción cuando me llaman...
El perro guardó silencio y el caballero lo condujo a la finca señorial, que se hallaba próxima. .
-Le propongo un baño tibio con sales relajantes.
Y quieras o no, lo metió materialmente en la bañera, porque cuando se estaba desnudando entró el caballero para recoger sus prendas y le dejó un batín y unas babuchas. Con tantas entradas y salidas, lo vio desnudo y exclamó: «¡Qué cuerpo tan proporcionado!», a la vez que le echó una toalla por los hombros para friccionarle; y el pobre se dijo; «Tate, éste es un marica perdido». Insistió preguntando por su ropa y el caballero respondió que la había puesto en la lavadora, en el programa número doce. Por fin, el pobre se decidió: «¿Y usted, quien es?» - «Un ser que vive para gozar. Pinto, paseo. La belleza me atrae; atemporal, asexuada.
De repente, el pobre, que no dominaba las babuchas y cuando no se le salía una resbalaba la otra, exclamó enfadado: «Quiero mi ropa, mi pantalón». -Lleguemos a un acuerdo -propuso el caballero-, le pintaría en una sesión. Ponga precio». -«¡Mi pantalón -exigió gritando-, mi pantalón o llamo a la policía!» El señor le indicó el teléfono y el número en el giradiscos, porque esperaba la confirmación, después del 091. También pidió que acudiesen cuanto antes. No tardaron, y el pobre, que no entendía nada, tapándose como pudo se escondió detrás de un cortinaje, que descubrieron los agentes. «¿Por qué va vestido así?» -»El señor se llevó mi ropa a la lavadora», se excusó.
El dueño de la casa dijo: «Me sucede por ser caritativo; lo ví helado, en un banco y le ofrecí cena y cama. Después, ha empezado a acusarme de sodomita».
-¿De qué?, !Ay, madre! Les juro a ustedes que yo no sé lo que es eso.
-Acompáñenos, -le pidieron.
-¿Y he de ir vestido de mujer? Lo del batín no le convencía y el caballero sacó un traje que le quedaba grandísimo.
-Si usted quiere puede venir cuando le plazca esta noche, para la denuncia -sugirió un agente.
El pobre pasó la noche en el retén y meditó: «Joer, !mira que llamarle caridad!, así no hay quien se entienda».
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