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En 1978 ya no necesitaron los valencianos que un amigo de los que viajaba con frecuencia al extranjero trajese películas 'porno' para el proyector casero, ni folletos que se expendían en las tiendas de 'sex-shop' de Ámsterdam, París, Hamburgo o Copenhague, que por entonces ... eran las que más novedades ofrecían. En nuestra ciudad se habían abierto cuatro y, con la pudibundez de todo lo que comienza, carecían de escaparates y un biombo estratégico ocultaba al comprador. Desde luego se había superado la discreta 'venta de gomas' en los aledaños del barrio chino y únicamente se ilustraba alguna puerta con la imagen de un divertido diablo, que igual podía ser de un cómic para críos.

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