Entrañable D'Or

También siguen rostros que nos hicieron reír, como Charlot, Groucho Marx, el Gordo y el Flaco, etc.

Desde los años de la década de 1970, el cine que abrió el empresario Enrique Fayos se ha mantenido tanto con su carácter de humana profesionalidad como la fidelidad de un público joven y de mediana edad que confía en la programación que piden amantes del cine que viven en el Ensanche.

Al carismático Enrique Fayos, hace dos años que nos dejó: le sucedieron -ley de vida- sus hijos Enrique y Mª Ángeles, quienes han mantenido la sala con las características que dotó el fundador, permitiendo que «a la hora del bocadillo de la cena, quien quiera puede ir a comprarlo al bar de enfrente», pocos minutos que la gente aprovecha cruzando la calle.

Naturalmente, el D'Or, por unos momentos, tiene olor a tortilla de patata y hasta sabor de cerveza y refrescos, mientras en la pantalla se resuelven problemas de espionaje con inteligencia artificial o los amantes de turno gozan.

Lo único que se transformó en la sala fue, hace mucho tiempo, la eliminación del bar, sustituyéndose la barra por dos máquinas automáticas de bebidas.

Tan peculiar es el entrañable cine que hay público dominical, amigos ya, a quienes se respetan las localidades que ocupan habitualmente.

¿Qué más se puede pedir?

Único donde se puede repetir la sesión; como en aquel lejano tiempo...