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Tuve la suerte de entrevistarle en diversas ocasiones, y siempre junto a su esposa, Victoria Kamhi. Me recibió en su casa y en el chalet Els Pins, de Cullera. Fueron encuentros largos y de amplio y sincero diálogo, que dieron continuidad a cartas, conservadas como ... un tesoro. Cuando los conocí vivían en la calle Villalar de Madrid; en un piso pequeño lleno de muebles, de cuadros, de objetos comprados en viajes. La terraza se asomaba a un horizonte de porches y buhardillas; a un Madrid antiguo de portales estrechos y escaleras de madera. Años después, en 1974 se habían trasladado a la calle General Yagüe. Comparando las viviendas, el maestro sonreía: «Esta es más alegre porque siempre hay sol».

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