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La noche avanzaba; muy pronto se reunirían los serenos en el retén morellano. De la percha colgaban los capotes y las gorras; las lanzas se apoyaban en la pared, muy cerca del brasero que encendían con el primer frío del otoño.

Recuerdo a Carlos Sabaté, ... que se iba a jubilar pronto, a los sesenta y siete años, pero aún salía a cantar las horas y el tiempo por las esquinas de la ciudad dormida.

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