Granjas y lecherías

Entre las más populares granjas estaba la de Fuster, que abría sus puertas frente al Mercado de Colón, junto al Convento de los Capuchinos; también La Granja Molina, en la calle del Mar, parada tentadora cuando se iba a la Virgen; igualmente la Granja Larruy, como El Siglo, y, destacando por sus costumbres, la Lechería Chocolatería Santa Catalina, en la rinconada del famoso templo, cerca del Miguelete. Las camareras eran mozas, en su mayoría de Alcublas, y llegaron a la cuarta generación de profesionales que siempre supieron llevar con soltura bandejas repletas de tacitas y platos y lucían con garbo faldas de percal, delantales almidonados con polvos de patata y blusas cubiertas con el mantoncito blanco de seda.

Aquellas jóvenes alcublanas cobraban un duro al mes, además de la comida, vestido y propinas, que aumentaban con la celebración de Primeras Comuniones en primavera.

El público juvenil de las granjas fue absorbido por otras modas. Se impusieron los refrescos y otras bebidas y las cafeterías suplantaron a las granjas.

Un tiempo tibio, íntimo, con olor dulzón, desapareció.