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Siempre en un ambiente de cautela y misterio, escuché hablar de 'La Pastora', una criatura que nació entre la duda del sexo y las habladurías que se fueron acrecentando a medida que el niño o la niña -según versiones- superaba la adolescencia; y la madre, ... triste y escurridiza masovera, le cambiaba las faldas negras y largas por pantalones amplios, que motivaban coplas con picardía, a la vez que le echaban alguna que otra piedra para espantarla.
La historia es tan amarga como triste, pero tan real como lo que transcribo. 'La Pastora' fue y es un personaje para cuantos se han interesado por el ayer del Maestrazgo castellonense, en la época de nuestra posguerra española.
i Este artículo es resumen, realizado por la autora, del capítulo correspondiente de su libro
Gente del Maestrazgo , publicado por Editorial Prometeo en 1968
Ocurrió un verano, al finalizar el bureo, el típico baile de las fiestas mayores, la matanza del cerdo o la celebración del santo patrón, organizado por Canteret, Rosá y Regacholet, músicos que dominaban la guitarra, la bandurria y el guitarró, desgranando jotas. Alguien recordó que 'La Pastora', una mujer muy fuerte, tanto como un hombre, no perdonó que una pareja de la Guardia Civil la obligase a orinar porque querían saber «lo del sexo».
'La Pastora' jamás les disculpó aquella humillación. Se marchó con los maquis y se vistió como ellos; fue uno más. Como la orografía de la zona es tan accidentada, no había manera de cogerlos. 'La Pastora' les dirigía por los caminos más recónditos y les enseñaba dónde había cuevas. Cuando asaltaban una masía se llevaban toda la comida, pero la gente tenía miedo a denunciarlos.
En la llamada casa de Coll, la masovera saltó por la ventana para avisar al marido, que pudo llamar a la Guardia Civil. Total, que en la refriega murieron dos maquis, pero juraron venganza y la masovera -Filomena se llamaba- acabó con balas en su cuerpo antes de un año.
Sobre las hazañas de 'La Pastora' contaron muchas, como su huida para unirse a los maquis de Cataluña, en La Seu d'Urgell, donde se defendió como pastor para luego regresar a las tierras, lomas y barrancadas que conocía como nadie.
El final lo descubrí, años después, siendo ya redactora de Las Provincias. La historia de 'La Pastora' fue novelada por un escritor español y, después de reseñar la noticia en la sección literaria, tuve la gratísima noticia de un alto cargo del Cuerpo de Prisiones, que me pedía una entrevista para aumentar mi conocimiento sobre el viejo maqui.
Me habló de 'La Pastora', de quien le motivó su vida al conocer el expediente que llegó a su despacho, por puro trámite profesional, y tras conectar y ofrecerme su trato personal, me sorprendió el personaje: un hombre fuerte y serio, que se había convertido en jardinero de varias urbanizaciones gracias al protector del Cuerpo de Prisiones.
«Sencillamente, me acogió y puedo trabajar», dijo. Y tras un una breve pausa, añadió: «Tengo un amigo que me cambió la vida».
'La Pastora' vestía un uniforme gris, del mismo color que su cabello, abundante y corto. Poseía unas facciones muy marcadas y una mirada brillante, en la que escondía la más insólita existencia.
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