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La afición a tomar unas tgapas acompañadas de bebidas existió siempre en Valencia, pero hubo un momento en que la juventud comenzó a prodigarse en ... el Barrio del Carmen: Casa Mario, la Matilda, El Forcat, Los Zopilotes, La Santa Compaña, Trafec y María Mandiles se alternaban en la visita a esta zona, donde igual se abría un bar antiguo que un caserón con muros recién decorados. Y en cuanto a la oferta, desde la tortilla clásica al blanco y negro de la más típica cocina. En aquel popular barrio cobró fama Casa Bermell, cerca del Mercado de Mossen Sorell, donde se presumía de vivir en la ciudad de 'les escaletes', en las que se golpeaba la aldaba para abriesen la puerta tirando la soga desde arriba, y echaban la cuerda con un capazo para izar la compra o un encargo.
Con Emili Bermell dialogué nada menos que en 2011, cuando ya era famoso, y políticos e intelectuales solicitaban cenar y que no faltase la ensalada de las habitas y su vinagreta, aunque siempre recordaba que se la debía a Santi Santamaría, a quien colocaba a la cabeza de todos los cocineros y críticos gastronómicos de España.
i Este artículo es resumen, realizado por la autora, del capítulo correspondiente de su libro
Valencia Noche , publicado por Plaza&Janés en 1978.
Emili Bermell comenzó a los l4 años a trabajar en la bodega de su padre; y de aquel tiempo subsistía la costumbre de tomar un vaso de vino con aceitunas negras y una cebolla picada. Y cuando vio que los clientes se sentaban en las cajas de las botellas, no tardó en colocar bancos alargados y tablas para mostradores.
Al padre le contagió el entusiasmo y Casa Bermell abrió en la década de 1970, cuando se escuchaba a Raimon: «Al vent, / la cara al vent, / el cor al vent, / les mans al vent, / els ulls al vent, / al vent del món /...»
Permanecían los toneles que decoraban el local junto a los azulejos del siglo XVIII, y cada día, después de comprar en el Mercado Central, componía un cuadro con frutas, verduras y flores. Su trabajo constante, su sensibilidad e inventiva le convirtieron en un número uno, y como tal comenzó a hablarme de la moda del 'tardeo', cuando empezó a prologarse con unas tapas la hora imprecisa de la cena.
Añadamos que Emili Bermell -los años se lo concedieron- cumplió su sueño y adquirió un velero para recorrer mares.
Y sigamos con la afluencia, cada vez más acentuada, de la cana 'informal', cuando están alcanzando gran popularidad los modernos restaurantes en los mercados; tanto en el Mercado Central -nuestro lujo del Modernismo-, como en el de Colón, o en los típicos mercados de Mossen Sorell, Cabañal y Ruzafa, que han instalado barras y elementos propios para la tertulia, el encuentro de amigos y compañeros que celebran cualquier efeméride.
Una noble competencia en el servicio de las tapas se ha establecido entre los nuevos lugares, en donde sobresale la rivalidad de gustos antañones con 'un toque de hoy'.
Vuelven el tocaet, cremaet, terreta, barrejat..., esgarraet, espencat, mil clases de cocas etc. Del mismo modo, abunda una amplia combinación de encurtidos, salazones y hortalizas que (cosas de la moda) multiplica el tapeo y se impone hasta en los bares que de buena mañana ofrecen el tradicional 'esmorzaret'.
Ah, a menudo se termina con la dulce mistela.
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