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Es casi obligada la excursión a Morella la Vella para visitar sus pinturas rupestres. Fui en 1969, cuando los masoveros habían acabado el camino de ... herradura a fuerza de barrenos y azufre quemado, permitiendo llegar a los coches que prescindían del riesgo.

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Seis kilómetros dista Morella de esta muela de 2.000 metros de extensión rodeada de precipicios y barrancadas. La masía de Morella la Vella tenía arbolado a la entrada y la mañana olía a lavanda y romero, mientras el aire traía eco de esquilas. «¿Viene a ver las pinturas? -preguntó sonriendo la mujer al verme-, porque aquí no se acerca nadie». Se secó las manos con un paño de tela de rizo. «Pero primero -prosiguió-, voy a traer el libro donde ha de poner la firmica; hay muchos que se van sin hacerlo». De la cómoda sacó un volumen; y escrito con bolígrafo decía: Libro de registro de visitas a las pinturas rupestres de Morella la Vella. Para la Diputación de Castellón. «Mire, esas letras eran de un alemán que llevaba barba». La masovera señala rúbricas: «Y ese garabato es de una inglesa, muy viejica, que se empeñó en subir y casi se nos mata; se cayó y yo rezando. Le curó las rodillas mi hija. Eso sí, la inglesa nos compró muchos fósiles. ¿Usted quiere?» Me mostró unas cajas de cartón llenas... «Es la voluntad».

Haciendo altavoz con las manos, llamó: «María Nieves..., María Nieves...; a mi hija le gusta acompañar a los turistas». En las peñas que quedan a espaldas de la masía, me cuenta que llegan estudiosos de las pinturas. «Pero no hay que fiarse porque una vez, un investigador extranjero estuvo mucho tiempo tomando notas, dibujando, fotografiando; total, que nos robó un ciervo. Lo descubrió mi hermano mayor; mi padre no quiso decir nada, por si iba a la cárcel...».

María Nieves, que camina dos horas para ir a la escuela, se sincera: Mi padre piensa que tenemos futuro aquí, con el turismo, pero mis hermanos y yo queremos estudiar..., salir de aquí, claro..., ¿lo comprendes?

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