Música y pomelo

Muchos pintores expusieron allí sus primeras obras y Mejías, enólogo pero artista vocacional, años después pintó, y mostró sus tablas de paisajes en el Casino de Agricultura de Valencia.

En estos apuntes de recuerdos vinculados a la amistad de firmas bien conocida en las galerías como Estil, Zero, Goya y Gabernia, se alteraba el ritmo cuando se celebraba el «pomelo Party», una reunión convocada por la mecenas doña Laura, no era necesario el apellido, que vivía en el chaflán de las calles Pizarro y Cirilo Amorós. Era una dama distinguida, delgada y risueña, amante de la pintura que gustaba de charlar con los artistas y adquirir una interesante colección de óleos, acuarelas y gouaches.

El motivo de la reunión siempre era brindar con «pomelo y champagne» cuando en Valencia aún no estábamos puestos en frutas tropicales. Quién más, quien menos prefería un zumo de naranja, pero al agasajo no se renunciaba, siempre acompañado por trufas Martínez, que servía la doncella, tan discreta como uniformada.

Pedro Cámara tenía el estudio en la misma finca y siempre invitaba a su casa y estudio de Ayora, para tomar unos gazpachos típicos y seguir con el tema pictórico.

Francisco Lozano y Genaro Lahuerta acudieron de vez en cuando, como Luis Arcas Brauner y Juan de Ribera Berenguer. El «pomelo party», digámoslo, se terminaba -copa tras copa- en la calle Isabel la Católica, en la Galería Estil que dirigía Marisa Taberner. El tiempo pasó.