Los niños, en su mundo

La exposiciones etnográficas de imágenes se inician en estas tierras con los albaets, recién nacidos que morían y se amortajaban con lienzos orlados de puntillas.

Siempre por influencia del mundo de los adultos, cuando los niños estaban destinados a reinar, se les pintaba con atributos de poder. Fue Goya el que inició la costumbre de presentar al niño en su mundo entrañable, con juguetes, algún perro o caballo de cartón y desprovistos de prendas engoladas.

A las infantas se las representaba con muñecas, rosas o palomas en sus manos y no faltan los pintores que recurren a modelos religiosos inspirándose en Jesús abrazado a un corderito, a la vez que exhibían medallas y dijes como amuletos contra el mal de ojo. En este aspecto destaca el conocido lienzo de Felipe Próspero pintado con mucha ternura por Diego Velázquez, en el que se aprecia la cruz, la campanita que ahuyenta el mal, la pezuña de un animal adornado con oro cincelado y la ramita de coral, fetiches para proteger la naturaleza enfermiza del primer varón del matrimonio de Felipe IV y Mariana de Austria, fallecido con apenas tres años, cinco días antes del nacimiento de su hermano que reinaría como Carlos II, el hechizado, último rey de la casa de Austria.

No olvidemos la influencia de los pintores italianos Pilippo Lippi y Pisanello, que inmortalizaron a Jesús niño con una manzana o un jilguero. Hoy, los niños imitan a sus padres y llevan camisetas con grafitis en inglés.