Urgente El Euromillones de hoy viernes deja un nuevo millonario en España

En ella se pulsa la vida a nivel popular, es bulliciosa, anárquica, sorprendente. Tuvo hermosas farmacias y tiendas de coloniales, cuyos locales subsisten entre entidades bancarias, modernas exposiciones y cafeterías. Las gárgolas, jocosas y obscenas de la Lonja de la Seda, los ángeles barrocos de ... los Santos Juanes y las veletas modernistas del Mercado Central -donde sobresale la Cotorra- son testigos del tránsito incesante de un público al que le parecen estrechas las aceras y toma como suya, parte de la calzada.

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El carácter permanente del mercado data de Pere el Cerimoniós, quien ordenó edificar murallas, permitiendo que en las antiguas se abriera un boquete que comunicara el casco antiguo de la ciudad con el mercado (calle del Trench).

  • i Este artículo es resumen, realizado por la autora, del capítulo correspondiente de su libro

  • Valencia, gozo de los sentidos , publicado por el Ayuntamiento de Valencia en 2001

El desenvolvimiento mercantil de Valencia arrancó de este enclave a mediados del siglo XIV, cuando comienza a funcionar la Lonja del Aceite, a espaldas de la actual Lonja de la Seda, en la hoy llamada plaza Doctor Collado. Momento en que se constituyen almacenes de trigo, aves, cacharrería y vidrio, arroz y frutos secos, sal, paja y algarrobas, caballería, esparto, pescado, tejidos y mantas en diferentes puntos de la ciudad, mientras que los productos de alimentación se expendían en las plazas del Mercado, Congregación y Mosén Sorell.

La fama del merado de Valencia transciende a Europa; aquí vienen a establecerse los franceses, en la calle dels Drets para vender encajes, puntillas y blondas; en la calle de Los Hierros de la Lonja, los vendedores suizos y alemanes comercian con quincalla; y en la Bolsería, genoveses y malteses monopolizan los lienzos.

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La plaza del Mercado despertaba con el alba, cuando llegaban los carros de los huertanos repletos de hortalizas y frutas; y levantaban los puestos de madera y lonas. Allí acudían las damas y sus sirvientas, los marinos, caballeros y celestinas, ladronzuelos, ciegos que cantaban gozos de santos y horribles crímenes; frailes limosneros, soldados, estudiantes y todo aquel, que sin ocupación, deseaba participar del espectáculo que protagonizaba el pueblo.

Fue la plaza de las fiestas, ejercicios ecuestres y corridas de toros; también la de pregones y la de la horca para los ajusticiados que se enterraban en el cementerio de los Santos Juanes y, posteriormente, junro al barranco de Carraixet.

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La construcción del Mercado Central -inaugurado el 23 de enero de 1928-, avanzó la idea corporativa de distribuir las funciones ciudadanas según un esquena triangular: la plaza de la Virgen como centro religioso; la plaza de Emilio Cautelar (hoy, Ayuntamiento) como punto neurálgico para los asuntos cívicos, administrativos y financieros. Y la plaza del Mercado como centro clave para el desarrollo mercantil, que se consiguió durante unas décadas, pero a mediados de 1950 se inició una crisis, superada ya por la unión mercantil, de la que han dado pruebas los valencianos.

Los puestos exteriores, desde la venta de flores a la oferta de comidas típicas para llevar; desde objetos de artesanía a las piezas para preparar una paella; todo nos remite a un zoco colorista, tentador. Es la más alegre de nuestras plazas.

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