Urgente Los Bomberos continúan los trabajos para controlar el incendio del bingo de Valencia y desvían el tráfico

Por lo visto, la gente soportaba siempre el calor sin miedo a los ritmos del baile y en verano proliferaban, antes de las masificaciones de los festivales de hoy, las terrazas en jardines, donde las orquestas interpretabam valses y mazurcas de las operetas que triunfaban ... entonces. Allá en 1909 se tarareaba sin cesar la de Franz Lehár, 'El conde de Luxemburgo', cuya letra brindaba toda la coquetería entre la pareja: «Si tú quieres gozar, / bésame; bésame, bésame». / Y ella le replicaba: / «Si me quieres besar, / cásate; cásate, cásate».

Publicidad

En aquel tiempo, la expresión corporal se imponía al sentido del texto, como muy bien se solicitaba la busca de una pulga en el cuerpo de la canzonetista; pulga que iba de los pechos a la umbría de los muslos o de los pies, lo que obligaba a las más inverosímiles posturas. La empresa del Salón Novedades (calle Barcas, 9), consciente de aquellas traviesas pulgas, colocó en 1935 un cartel con esta advertencia: «No apto para señoritas». Pero a escasos centímetros exhibía la imagen de Maruja de Aragón, quien había posado con un ramo de flores blancas cubriendo únicamente el pubis.

El vodevil reinaba con musicales en Balkis, Bataclán, Báltico Muelle y Shangai, y proliferaban las taxi-girl, salas con chicas que cobraban por bailar con quien las solicitase.

La anteguerra fue época de cuplés, de amores prohibidos, de juramentos incumplidos y de oraciones pidiendo justicia por el deshonor, pero a la vez sedujo la proliferación de cuplés para las canzonetistas con descaro y picardía, aplaudidísimas por la letra. Como se hizo famoso aquello de: «Yo tuve tres maridos, / y a los tres envenené, / con un poco de cianuro / en la taza del café. / Y después me busqué / a José, Pedro y Manuel, / tres jóvenes apuestos, / que me dan placer, placer».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad