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Parecía una monja, porque vestía hábito negro y toca gris, también en el pecho lucía un rosario con una cruz. La santera se responsabilizaba de llevar cada semana la capillita de madera y cristal custodiando la imagen que correspondía a las afiliadas de la cofradía; ... las señoras que tenían en su casa la capillita coronada por una hucha en la que depositaban la cuota-limosna. La santera caminaba subiendo escaleras y escaleras porque no eran pródigas las fincas con ascensores. En aquella época de posguerra, de gratitudes si no habían muerto el marido, los hijos o los padres en ningún bombardeo, las devociones se acumulaban en la Virgen de los Desamparados, la del Pilar, la del Carmen y la del Purgatorio, por eso se extrañó tanto cuando la nueva socia de la Cofradía, recomendada por el Prior, pidió: «Mire, usted; de acuerdo en todo, pero yo quiero en mi capillita a Santa Orosia».

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