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Basta decir que empleó nueve años en la tesis para intuir el tesón de un trabajo riguroso e ilusionado, en torno al complejo mundo de la comercialización y exportación de los cítricos.
Autor también de los volúmenes 'Historia de la naranja' y 'La Fruta Dorada', ... logró tan importante colección de elementos relacionados con el tema, que Vicente Abad creó el Museu de la Taronja en Burriana, al conseguir que la Fundación Bancaixa le cediera para la instalación una hermosa finca modernista restaurada.
i Este artículo es resumen, realizado por la autora, del capítulo de su libro
Museos vivos: Castellón y provincia , editado por el Consorcio de Museos de la Comunitat Valenciana, 2001.
Único de estas características, tuve la suerte de asistir a la inauguración del museo el 3 de febrero de 1995, cuando la ciudad celebraba con brillantez las fiestas de San Blas. A la charla de aquel día, sucedieron otras visitas porque Vicente Abad gustaba de convocar reuniones con profesionales que contribuían a la promoción de la naranja en exposiciones realizadas en Nueva York, Canadá e Inglaterra y tenían en proyecto las de Polonia, Alemania, Francia, Inglaterra y Holanda.
Inspector del SOIVRE, logró compaginar la entrega profesional con la que exigía el Museu de la Taronja, donde se podía admirar desde el primitivo carro entoldado de los agricultores al tractor Bentley de los años 40, la excavadora construida por la casa Macaper, la máquina de estampar madera y las maquetas de las máquinas de lavar y calibrar la naranja de los talleres Tormo de Burriana.
Todas las salas del edificio estaban dedicadas a especialidades distintas, y si gustan las de fotografías retrospectivas y documentación grafica de un ayer, Vicente Abad, tuvo la constancia y espíritu artístico de lograr una colección de cinco mil postales, relacionadas con la naranja, que nos permiten a través de la cartelística conocer la obra de Arturo Ballester, Dubón, Conesa y Renau, también cómo influía nuestra fruta en modas, películas y hasta los tópicos del folklore valenciano hallaron eco en paises de Europa y América.
Mención aparte merece la arquitectura de almacenes y fábricas, obras modernistas por las que hay que desplazarse a Algemesí y Carcaixent dejando la impronta en edificios de Burriana, Alzira, Vilarreal, Poblalarga, Almassora y Sagunto, entre otras localidades donde resalta la azulejería y el hierro forjado en múltiples detalles.
En el ámbito del transporte marítimo se admiran maquetas de embarcaciones; desde un llaut a los modernos buques frigoríficos, vagones de ferrocarril y camiones; y lógicamente, al enlazar con mapas y gráficos que hablan de la expansión del mercado, no faltan ni el telex de los años 50, ni las botellas del zumo de naranja del doctor Trigo y Trinaranjus.
El Museu de La Taronja, que cuenta con una biblioteca que superaba los diez mil títulos entre libros, revistas especializadas y documentos oficiales y que tanto disfruté escuchando a su director -creador- al escribir está crónica he de dejar constancia de que Vicente Abad tuvo que abandonar tal riqueza al faltar ayuda económica.
Recordado siempre por su talante humano, cordial e infatigable en dejarnos su herencia en una faceta del esplendor mercantil valenciano de aquella época dorada, es merecedor de constante homenaje. Estas líneas se suman a su evocación.
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