Vivir dormidos

Se afirma que la población que duerme durante el día es superior a la que uno imagina, con la particularidad de que esta no necesita somníferos, aunque también duerme por la noche, entonces con los ojos cerrados y apaciblemente, sin que le asalten pesadillas y le aflore el subconsciente de una realidad imposible.

Lo contradictorio es que no se les puede despertar a cuantos viven dormidos. No queda ni el recurso de un reloj con sonoro timbre. Si se les dice: «Estoy tan emocionado que mis sentidos se agudizan», ellos sonreirán dudando de nuestra estabilidad mental. Y si la confesión es amarga: «Me horroriza haber nacido con la condena de la muerte», volverán a sonreir: «Vaya pensamiento, aleja esa idea».

Ante la euforia no vibran y ante la preocupación, tampoco.

Iría zarandeando a la gente dormida.

Quisiera que todos fuesen capaces de reir alegremente, de llorar con desconsuelo, de amar con vehemencia, de rebelarse con fuerza.

Quisiera encontrarme entre seres que viven intensamente para pedirles por favor: «No dejeís que algún día yo me duerma; yo me duerma sin darme cuenta».