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Para muchos, 2025 será el 'año Franco' gracias a la campaña impulsada por el Gobierno para conmemorar el fin del régimen franquista con la muerte ... del dictador en noviembre de 1975. Sin embargo, este año también se celebra otro aniversario, muy relevante y en cifra redonda pero mucho menos publicitado: 600 años de la llegada del pueblo gitano a la Península Ibérica, una comunidad sin la que no se explica España.
600 años de dificultades, estigmatización y, en ocasiones, incomprensión mutua entre gitanos y no gitanos que debería habernos enseñado a convivir en la diversidad. Cuando algunos plantean discursos de rechazo para menores inmigrantes y comunidades afincadas en las últimas décadas en nuestro país, parecen olvidar que España es mezcla de culturas desde sus orígenes. Y que mucho antes de rechazar al africano de ébano, lo hicimos con unos españoles de raíces centenarias como los gitanos. E incluso que aún lo seguimos haciendo a pesar de todo lo avanzado.
Y lo seguimos haciendo de un modo en ocasiones sutil y disfrazado de un buen trato, que es mucho más peligroso que la animadversión explícita. Así lo denunciaron los intelectuales del siglo pasado, como Lorca, cuando señalaban que el gitano era muy considerado en los escenarios, pero poco fuera de ellos. Como ocurriera con los negros en Estados Unidos, que eran las estrellas del jazz, mientras seguían discriminados fuera de ese ámbito, en España el arte flamenco es su patrimonio, en el que tienen su reinado, pero que no salgan de él. Lo vemos aún ahora en esos concursos de música en televisión, en los que no faltan artistas gitanos tanto consagrados como amateur. Son garantía de éxito y de aplauso por parte del público. Y no les falta razón. Es el 'flamenquito' del que suele hablar Rosario Flores y que, a menudo, se gana el afecto del público más que otros perfiles.
Sin embargo, resulta inquietante que en ese campo sí veamos una presencia normalizada de los gitanos y no lo hagamos en tertulias políticas, en reportajes de economía o en disertaciones sobre urbanismo o medio ambiente. A menudo, exigimos visibilizar a colectivos ninguneados durante siglos como el de las mujeres científicas para que sirvan como referentes a las niñas de las siguientes generaciones, en cambio, no lo aplicamos al contexto de los gitanos cuyos niños también necesitan verse reflejados en modelos que seguir y con los que progresar social y culturalmente. Reducirlos a figuras del baile o el cante, aun siendo grandes en ellos, es un modo de cosificarlos y utilizarlos para la diversión.
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