En el cementerio norteamericano de Normandía a veces se ven carteles que dicen «merci», gracias en francés. Resume en una palabra la deuda que Europa ... tiene para con tantos jóvenes que sacrificaron su vida por defenderla del nazismo. En realidad, esa es la verdadera deuda que el continente tiene hacia los Estados Unidos y no la económica que reivindica Donald Trump. No han pasado ni cien años del heroico desembarco en las playas de Normandía y el líder norteamericano ya está ninguneando ese sacrificio. Romper los lazos con el Viejo Continente y aliarse con los belicistas y autoritarios del planeta es menospreciar a quienes se dejaron la vida por mantener un mundo libre y democrático. Es ofender su memoria y restar sentido a una acción que cambió el funesto rumbo de la Historia de manos de los predecesores de Putin.
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Cuando lo veo despreciar a la vieja Europa anunciándole que a partir de ahora será ella la que se rescate a sí misma pienso en ese horizonte heroico con el que han crecido varias generaciones de estadounidenses desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ya no lo tendrán. Ahora la heroicidad de las tropas norteamericanas será la que empleen para impedir el paso a quienes siguen viéndola como tierra de promisión tal y como hicieron los antepasados de quienes ahora quieren llenar sus fronteras de muros.
No sé si ese coste lo ha calculado Elon Musk en su empeño por recortar. Aplicarlo a las acciones militares de Washington en el mundo puede ahorrar dinero pero reducir también el sentido de pertenencia y el orgullo patrio por ser los gendarmes del mundo y quienes aseguran, a su entender, la libertad en países donde está amenazada. Todo eso se va a acabar si Estados Unidos deja a los soldados en casa y renuncia a colaborar en el mantenimiento del orden mundial. Entiendo que el recorte con Ucrania no es más que un modo de presionar para conseguir las tierras raras, pero dejar a Europa sin aliado invita a ésta a constituirse en una potencia militar. Ahora no parece que la voluntad de sus líderes sea ésa porque la opinión pública de sus países no lo aceptaría con facilidad pero bastará con que se materialice el 0,1% de las amenazas que Rusia está lanzando estos días para que ese estado de ánimo cambie por completo.
En ese contexto, la oferta de Macron de armas nucleares e inteligencia lleva a imaginar un orgullo europeo sustituyendo al que ahora sentimos por los aliados. Y el íntimo deseo de que nunca haya que celebrar un homenaje en otro cementerio lleno de cruces blancas. Ni norteamericanas ni europeas.
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