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Se la veía sola. Sus compañeros del gabinete estaban en otros menesteres. Era la imagen más apagada de Diana Morant, aunque vistiera de rojo en ... medio de un banco azul vacío, mientras el Congreso representaba lo peor de la actual política española. No lo digo porque no esté justificado que alguien pida la dimisión de Carlos Mazón, como ocurrió ayer durante el debate sobre la comisión de investigación de la dana. Lo está. Y lo saben él y todo el PP.
Lo que no es de recibo es el modo de hacerlo. Nuestros diputados se comportaban, por enésima vez, como una pandilla de adolescentes ante el camión que limpia todo con un chorro de agua a presión en medio de un botellón. Montando bronca a gritos. En el lugar destinado al diálogo, al argumento y al debate enriquecedor. Y mientras lo escribo me siento más 'boomer' que nunca contando batallitas de vieja. A Rick siempre le quedará París y a la izquierda, dos alborotadores gritando «Mazón dimisión» en el oído de Feijóo. Da igual el contexto, el lugar y el asunto de que se trate. El grito ya se ha convertido en el minuto diario de desgaste de Feijóo. La oposición de la oposición se ha apuntado firmemente a la homeopatía y está convencida de que acabarán con la promesa de cambio a base de un ripio convertido en gota malaya.
Mientras la escena se producía, Diana Morant se sentía al mismo tiempo solidaria con los abucheos, pero no tanto como para sumarse a ellos, e incómoda con lo sucedido, pero no tanto como para pedir a sus compañeros un poco de decoro. Y a todo esto su lugar en el banco azul, justo debajo del grupo popular, la hacía protagonista involuntaria del plano televisivo y fotográfico. Así pues, se la vio asentir con la cabeza con cierta timidez y poco más. Cómo explicar a esos camaradas diputados que ella es la alternativa a Mazón por el lugar que ocupa en el PSPV por la gracia del 1, pero que en realidad no lo es porque nada asegura que los valencianos la prefieran a ella antes que a Rosita Amores. Posa'm menta. Molta menta. I pebrereta coenta.
Lo daba a entender el otro día Juan Roig cuando dijo que, tras la dana, «un millón de españoles nos sentimos desamparados». Se refería entonces Roig a las autoridades, de todos los niveles, que se entretuvieron diciendo «ve tú, no, ve tú» como si fueran dos novios discutiendo por quién cuelga primero. Ahora, viendo a nuestra clase política lanzándonos al oponente día sí y día no por su propio beneficio como si eso fuera lo importante, nos sentimos no solo desamparados sino utilizados. Y esa desazón no solo mira a Mazón.
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