Secciones
Servicios
Destacamos
Viendo a Pedro Sánchez de Willy Foog por el mundo recordé cómo se nos vendió lo que iba a ser un paso glorioso del «1» ... por la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión. ¿Alguien lo recuerda? No fue, ciertamente, memorable, pero la Moncloa lo anunciaba como si estuviéramos a punto de asistir a la alineación de planetas previa al nacimiento de Zeus. Hay que reconocer que si lo de Zapatero y el «acontecimiento histórico planetario» que nos profetizara Leire Pajín fue estupefaciente, el empeño de Sánchez por convertirse en el tercer polo de la geoestrategia internacional, entre Estados Unidos y China, es algo sonrojante. Ya lo hizo con Israel, cuando comenzó el conflicto, aunque desde un sectarismo que no aceptó bien el afectado. Un tiquismiquis. Era una curiosa forma de ver la mediación, desde el partidismo y el juicio condenatorio a una parte. Todo bien.
Ahora, con su viaje a China, se hace difícil compartir la crítica de la oposición que ve detrás una búsqueda intencionada de protagonismo en el momento presente. No parece lógico pensar que un viaje de estas características se pueda improvisar en una semana en medio de una tormenta internacional como la que estamos viviendo a cuenta de los aranceles. Sin embargo, tiene razón el PP cuando considera que no es oportuno señalarnos de la forma que lo ha hecho Sánchez junto al gigante asiático, enfrentado con el cuchillo entre los dientes, al imperio de Trump.
En cualquier caso, lo que llama la atención es el tono presidencial que asume Sánchez cuando se encuentra en estas tesituras. Es cuando más se le ven las ganas de ser jefe del Estado y no solo cuando intenta minimizar al rey en su papel institucional. Además, en ese trance asume con mucha naturalidad el discurso y la mirada de Estado, cosa que no le vemos nunca en casa. En el entorno doméstico olvida esa altura de miras y papel institucional del que presume y exige cuando está fuera. Aquí, el interés general es una incomodidad que pone en jaque sus propios intereses. En cambio, fuera se le llena la boca con ese tono de presidente de la república que tanto le gusta al matrimonio Sánchez y, por lo que hemos visto en sus declaraciones sobre China como socio comercial de la UE, una actuación que casi se confunde con el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores. De ser cierta la connivencia con Úrsula von der Leyen de la que presume para hablar en nombre de la UE en Pekín, en su visita debiera haberse acompañado de Kaja Kallas, la verdadera Alta Representante. Pero para alto, realmente alto, ya está él.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.