Urgente La Lotería Nacional del sábado deja el primer premio en un popular municipio valenciano y otras cinco localidades

Apuesto a que para noviembre ya no nos acordaremos de Franco. El día 20 se cumplirán los 50 años de la muerte del dictador que ... el gobierno se ha empeñado en recordar, pero, para entonces, estaremos más que hartos de eventos que lo conmemoren, si es que pasamos del verano con la matraca. La mayoría de nosotros no tenemos a Franco presente nunca; únicamente cuando el PSOE lo saca de paseo para exacerbar a la derecha más extrema y avergonzar, así, al PP. El resto del tiempo, es un personaje histórico que solo ha adquirido sentido con Zapatero como arma contra el oponente político.

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Tan urgente es recuperarlo para el debate que el gobierno se ha propuesto dedicarle el año entero, aunque su muerte se produjera a finales de noviembre y los verdaderos cambios, tres años después, con la aprobación de la Constitución vigente. Como decía ayer el popular Borja Sémper, no es razonable celebrar 50 años de libertad en España porque en 1975 no había libertad. Congratularse de la muerte de un dictador es lógico, pero hacerlo cuando esa muerte se produjo de forma natural y el régimen se mantuvo hasta su último día, 40 años después, no parece razonable. Sobre todo cuando se hace de menos a la Transición que fue, precisamente, la apuesta consciente y voluntaria de la sociedad española por el cambio que se pretende aplaudir. Celebrar la desaparición del dictador denostando lo que vino después es un gesto de hipocresía al que ya nos tiene acostumbrados este gobierno. No se busca celebrar nada sino provocar a las fuerzas más reaccionarias. Frente a la actitud de los políticos de la Transición que procuraron cambiar todo usando bisturí fino para no exacerbar los ánimos de los sectores más sensibles, ahora se busca lo opuesto, esto es, incendiar a algunos para que pongan en evidencia al PP. Los primeros buscaban el éxito del cambio para caminar hacia una convivencia entre posiciones distintas, aun a costa de hacerse el harakiri; los de ahora quieren el enfrentamiento entre quienes, hasta hace poco, eran capaces de compartir futuro, y solo por mantener su propio poder.

La mejor forma de celebrar la libertad es construyendo una España donde quepan todos, en especial, aquellos que piensan de un modo distinto al propio. Es la antítesis de este gobierno. Decía ayer el ministro Torres: «¿Qué demócrata puede defender el franquismo?». Ninguno, sin duda, pero no apoyar estos actos de propaganda gubernamental no significa dejar de ser un demócrata, aunque el gobierno se agarre a ese mantra para criticar a todo aquel que se resista a sus manejos.

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