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A menudo vemos en las series norteamericanas cómo los políticos que aspiran a la Casa Blanca procuran estar libres de cargas para presentarse. De cargas ante la opinión pública, se entiende. Así, sus asesores suelen pedir a agencias especializadas que averigüen todo lo malo del ... futuro candidato y su entorno. De ese modo, nada de lo que puedan sacar los periodistas más adelante les pillará de sorpresa. Cuando la serie es muy imaginativa, aparecen formas de 'hacer desaparecer' el pasado y evitar problemas, aunque el giro de guion resida precisamente en la milagrosa recuperación de ese tema escabroso aparentemente perdido. Sin ir más lejos, el caso Stormy Daniels que afectó a Donald Trump parece una de esas tramas aunque fuera verdad: o nadie lo investigó en su momento, o su equipo creyó que no saldría nunca a la luz, que es una hipótesis bastante plausible. Pero al final lo hizo, con lo cual la moraleja es que los candidatos deberían presentarse al público limpios como una patena o, al menos, totalmente seguros de haber enterrado la basura más allá de la alfombra.
Con las redes sociales, esa máxima debería multiplicarse exponencialmente. Todo lo escrito en ellas puede ser utilizado en su contra, podríamos decir, o lo que es lo mismo, puede ser recuperado en el momento más inoportuno. Bien lo demuestra el caso de Karla Sofía Gascón que acaba de ver peligrar su Óscar por culpa de unos tuits escritos por su peor enemigo. Lástima que ese enemigo fuera ella misma en una vida anterior.
Viendo la reacción de Netflix, habrá que pensar que también a las plataformas, las productoras o las empresas editoriales les haría falta ese equipo de investigación y borrado de huellas que deberían tener todos los partidos políticos. Es decir, el mundo cultural, y cualquier círculo que viva de su aceptación por parte del público, debería esforzarse por saber a ciencia cierta a qué personaje están aupando. Las redes sociales las carga el diablo y no parece un trabajo tan difícil, aunque sea laborioso, averiguar la imagen digital que tiene una futura estrella a la que se quiere promocionar. Ahora bien, visto lo visto, la prudencia debería comenzar desde el minuto uno en que alguien abre una cuenta en esas redes pero, si eso ya no es posible, sí al menos revisar lo publicado hasta la fecha y proceder a su eliminación o, como mínimo, su conocimiento para tener preparada una respuesta. En definitiva, si alguien tiene sueños de grandeza, lo mejor es dejar quieta la tecla o cerrar las cuentas meses antes de lanzarse a conquistar el mundo.
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