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Ayer me crucé con un chaval por la calle que andaba despacio, cabizbajo y algo ausente. Llevaba las botas y los pantalones manchados de barro ... hasta la rodilla y me dieron ganas de darle un abrazo. Hubiera sido algo embarazoso para él e inquietante para mí pero, al ver el barro y notar el cansancio, imaginé de dónde venía. Me ocurrió lo mismo cuando, el día anterior, muy temprano, vi a dos chicas en una parada de autobús charlando animadamente, con la mochila en la espalda y un rastrillo al hombro. El rastrillo se ha convertido en símbolo de estatus (moral). Son los voluntarios. Esos a los que mucha gente debe el poco bienestar que ha recuperado, la comida caliente o una botella de agua, y algo de serenidad y esperanza justo cuando el mundo se les ha venido abajo.
Su generosidad será recordada como una de las pocas cosas buenas que trajo esta riada y como el tipo de rebeldía e inconformismo que cambia las cosas. Ahora bien, en estos días en los que criticamos que romanticen la tragedia, deberíamos repensar también si es positiva la exaltación de una solución civil frente a la inoperancia de las autoridades. Sin duda, la actitud individual movida por la empatía y solidaridad es loable, incluso el sentimiento colectivo de fraternidad y de formar una sola familia humana donde todos nos ayudamos. Sin embargo, la sociedad está obligada a no perder de vista que esa reacción no surgió para apoyar a quienes tienen la obligación de sacar a los afectados del barro sino para sustituirlos donde no estaban. La emoción por esa entrega no debe paliar la ira por la carencia de la otra.
Lo mismo sucede con la presencia de influencers, famosos y outsiders que buscan hacer virales sus videos en un contexto en el que solo hay ojos para Valencia. Nadie puede juzgar, a título particular, las motivaciones de los demás. También los hay que se ocultan a sí mismos su egoísmo envuelto en razones altruistas. Hay quien ayuda para sentirse bien. Pero allá cada cual y su conciencia. Ocurre algo así con los famosos. El sentimiento es ambivalente.
Que estén aquí Paz Padilla, Mar Flores o Rosalía contribuye a visibilizar la tragedia y canalizar ayudas para los damnificados, pero también distrae el foco hacia el personaje y no hacia los miles de ciudadanos anónimos que necesitan que su drama no se olvide. A ratos parece que las botas llenas de barro estén sustituyendo a las fotos de los pies en la arena de la playa. Más allá de la propia conciencia, el riesgo es el olvido de los afectados cuando el hashtag 'DANA_Valencia' deje de estar de moda.
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