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Diez minutos. Ése es el tiempo que tardarían los misiles rusos en llegar a Madrid después de haber atacado Varsovia. Así lo dijo Mark Rutte, ... secretario general de la OTAN, para explicar que España está tan concernida como Polonia en la defensa europea. La referencia de esos diez minutos me produjo un escalofrío. Conociendo a nuestras autoridades y lo que les costó asumir que el virus de la covid-19 iba a tardar horas en saltar de Italia a España, esos diez minutos son un soplo. Por eso, más allá de los kit de supervivencia, me planteé hacer un refugio en el jardín. Dicen que se ha disparado la demanda de estas construcciones a pesar de los 100.000 o 200.000 euros que cuestan. Que cuesta el armatoste. Luego están las obras para enterrarlo e instalarlo con todas sus conducciones de agua, electricidad y demás. O sea, si no te mata el misil, te matan las deudas.
Con ese panorama, mi alternativa es refugiarme en una parada de metro que tengo cerca de casa. Si los ucranianos se protegen en el metro de Kiev, bien podría yo hacer lo propio en el de Russafa. En lugar de bromitas con las mochilas de emergencia, estaría bien que las autoridades nos recordaran dónde están los refugios de la guerra. Creo que ha llegado el momento de visitarlos con otros ojillos.
En España nos lo tomamos todo con bastante guasa y no seré yo quien lo critique. Sobre todo, cuando la amenaza es un señor ruso sacado de una película de James Bond. En ese sentido me quedo con un kit de supervivencia extremeño que circulaba por Internet compuesto de jamón, buen queso y tortilla de patata. Imbatible en caso de guerra nuclear, bacteriológica y convencional. Si te has de ir al otro barrio, vete bien cenado.
Pero más allá del cachondeo, lo mejor de estos días es ver a nuestros dirigentes reconvirtiendo todo en gastos de Defensa. Con tal de engrosar las cuentas de ese negociado delante de Europa sin que cueste dinero, Defensa es todo: es Sanidad, son Infraestructuras, es Comercio y hasta Educación. Todo puede ser incluido en los presupuestos destinados a la defensa nacional. Lo importante es que Sánchez contente a la OTAN y a sus socios al mismo tiempo. En su línea habitual de engañar a unos y otros, seguramente dijo a Rutte que llegaría al porcentaje demandado, aunque ahora se haga el ofendidito porque el dirigente atlántico ha revelado una promesa que debió de quedarse en lo privado. Si no, no hay forma de camelarse a sus socios. No va a ser fácil mantener el artificio habitual, ni incluyendo las mejoras laborales de su familia como gasto en Defensa.
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