Engordar al monstruo
Asistimos a la normalización del extremismo en el gobierno
Cada vez que hay protestas en Francia contra la extrema derecha o en Estados Unidos contra Trump, aun compartiendo algunas de sus reivindicaciones, me pregunto ... si la izquierda es consciente de su papel en el ascenso de estos grupos o personajes. Sin duda, el auge de posiciones de ultraderecha es una corriente mundial contra la que cabe tomar conciencia y que debería movernos para evitar que se imponga. Pero no a base de cordones sanitarios que ponen en cuestión la propia democracia sino ofreciendo una alternativa creíble y más razonable que la suya. Entiendo que cuando se trata de populismo -y el ascenso de los extremistas está vinculado a ello- es difícil presentarse como alternativa sin caer, también, en el discurso que busca ser aplaudido. Sin embargo, es lo que esperan los ciudadanos sensatos que, quizás, no sean los más numerosos, pero sí en los que debemos depositar nuestra confianza.
La emergencia de personajes como Trump en Estados Unidos o como Orban en Hungría o Abascal en España tiene raíces peculiares en cada país, pero comunes por lo que se refiere al descontento general respecto a los abusos de las posiciones contrarias. En algunos lugares, como en España, asistimos a la normalización del extremismo en el gobierno que no se presenta a sí mismo como tal aunque no pierda ocasión de mostrar al oponente como extremista opuesto. De hecho, han conseguido que se instale en el vocabulario lo de la «extrema derecha» sin que lo haya hecho también el término «extrema izquierda» aunque ambos estén presentes en la política española actual. En cualquier caso, los abusos de unos provocan que los otros salten con un resorte automático.
Lo hemos visto con las políticas de igualdad, de medio ambiente o de educación, necesarias en su origen pero deformadas, en ocasiones, hasta límites poco razonables. Y es ahí, en ese caldo de cultivo, donde crecen los rechazos viscerales que alimentan los populistas para lograr su éxito. Sin duda la responsabilidad es de los grupos políticos que quieren colmar ambiciones particulares aprovechando la corriente, pero también de aquellas que, o bien podrían lanzar una alternativa sólida pero no extremista, en nuestro caso el PP, o bien se sitúan en las antípodas. Éstas, lejos de dejar sin discurso a los populistas, les siguen dando munición a base de gobernar con el hígado y a la contra. Seguramente lo hacen de forma consciente y calculada. Cuanto más crezcan, más avalan el exterminio de cualquier opción que no sea la de ellos. Una estrategia eficaz, pero una actitud irresponsable.
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