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Los expertos del Instituto italiano de turismo (Isnart) calculan que en 2025 llegarán a Roma unos 35 millones de personas. Si pensamos que Valencia acogió 2,8 millones en 2023, con lo incómodo que resulta en algunas zonas, podemos hacernos una idea de lo que ... van a vivir los romanos en los próximos meses. Es cierto que no es fácil para la capital italiana renunciar a ese flujo continuo de visitantes y no solo por el impacto económico que supone -unos 16.000 millones de euros, según estimaciones del gobierno italiano-, sino, sobre todo, por su condición de 'caput mundi'.

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En 2025, Roma celebra un Jubileo que únicamente se produce cada 25 años. Para hacernos una idea, solo algunos papas celebran este tipo de Jubileo y, cuando lo hacen, solo lo hacen en una ocasión: Pío XI, en 1925; Pío XII, en 1950; Pablo VI, en 1975; Juan Pablo II, en 2000 y ahora Francisco, en 2025. Hay otras oportunidades, con motivos extraordinarios, como el que convocó Francisco en 2015 por el 50º aniversario del Concilio Vaticano II, o Juan Pablo II en 1983, por los 1950 años de la Resurrección de Cristo, pero el gran Jubileo es el que tiene lugar cuatro veces en un siglo.

Una fecha así atrae a Roma a millones de peregrinos que quieren ganar la indulgencia plenaria, como se viene haciendo desde hace siglos, pero eso queda muy lejos del sentido turístico de las citas jubilares actuales. Hoy muchos visitan Roma porque es la ciudad de moda, como otros acuden a la capital gastronómica del año o a la sede de la Exposición Universal. Del mismo modo, cruzan la Puerta Santa por la oportunidad de realizar una acción infrecuente e imposible de reproducir en otro escenario.

Así, con las fotos en los lugares 'must' de la temporada se pretende ganar un tipo de indulgencia muy distinta a la original. En esta ocasión, el 'selfie' ha desplazado a otros ritos que se exigen en los jubileos clásicos, como confesar o rezar por las intenciones del Romano Pontífice, y la indulgencia actual no tiene que ver con el alma inmortal, sino con el cuerpo inmortalizado que retratamos en Instagram. La 'compostelana' de esa peregrinación turística de 'influencer' se 'firma' en cada lugar famoso con una foto que acredite el «yo estuve allí» pare recibir el perdón de los miles de seguidores. Las peregrinaciones siguen siendo un motor económico para el lugar que constituye el centro de interés, sea por fe o por vanidad. En esta ocasión, no la de unos papas aburguesados, que vendían las indulgencias, como denunció Lutero, sino la de fieles que venden su imagen a Instagram.

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