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Tanto dolor para esto. Es lo que deben de estar pensando muchos ucranianos que llevan soportando el infierno desde que Putin decidiera convertir su territorio ... en una apuesta política. Después de tres años de guerra, Donald Trump, enfundado en el papel de gran sheriff internacional, pretende terminar lo que parecía interminable con un par de decisiones. Como hace con sus plumas. Una rúbrica y ¡voilà! La realidad se transforma. La pluma es la varita mágica de Trump y apenas una firma, como una sacudida en el aire, es la demostración de su poder. ¡Hágase! Y la luz se hace.
Al menos, no parece que contemple Kiev como otro resort, tal y como sueña hacer en Gaza. Sin embargo, algo hace pensar en que su alma de rico constructor también está interesada por esa zona del mundo que va a necesitar miles de millones de inversiones en reconstrucción durante los próximos años. Con Ucrania, las claves no parecen quedarse solo ahí sino que tienen que ver con los equilibrios de poder en el contexto internacional. Y en ese punto, Rusia es el antagonista-aliado con el que se encuentra el magnate estadounidense.
La decisión más importante, vista desde aquí, es ignorar a la Unión Europea. No somos su favorito. Está claro. Trump nos ve como un niño pijo que quiere jugar al juego de los mayores, pero apenas levanta un palmo del suelo. Los tiquismiquis del concierto internacional que siempre están poniendo pegas a todo, en forma de reglamentación, y con resistencia constante a gastar dinero en su propia seguridad, por lo que necesitan al hermano mayor para resolver sus problemas. Y el hermano, ahora, prefiere jugar con amigos de su edad y que el crío se las ventile solo. Y pague sus caprichos con su dinero.
Lo malo es que, en ese universo que está construyendo Trump, Ucrania queda desamparada y la UE no parece que vaya a levantar demasiado la voz. Y, aunque lo haga. Quizás ahora necesite reclamar la unidad territorial de Ucrania por miedo a que los siguientes sean Finlandia o Polonia, pero cuando a Ucrania Putin le quitó Crimea, no hubo apenas escándalo en Bruselas. Se dejó pasar o se miró hacia otro lado. Así, pues, el interés que Europa pueda mostrar ahora para defender a Ucrania no deja de resultar algo postizo. O egoísta, podríamos decir. En cualquier caso, Trump mira a la UE como al niño de Musk el otro día a los hombros de su padre en el Despacho Oval. Es el mocoso de alguien. Ni interviene en la conversación, ni toma decisiones ni habla con los periodistas. Simplemente forma parte de la escena como anécdota y detalle entrañable.
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