Urgente La CV-35 y la A-7, colapsadas este lunes con más de 18 kilómetros de atascos

Nunca pensé que quien terminara con la OTAN fuera Estados Unidos. De hecho, hubo un tiempo en que parecía que se disolvería por inanición. Fue ... cuando cayó el Muro de Berlín, se acabó la Guerra Fría y el antagonista habitual, es decir, el Pacto de Varsovia, dejó de existir tras la caída de la URSS. Por entonces, algunos plantearon que no tenía sentido una alianza militar nacida para contrarrestar a un enemigo que ya no podía hacernos daño. No era fácil imaginar entonces que llegaría un zar capaz de resucitar al imperio soviético y menos aún con la ayuda del presidente de los Estados Unidos. Mucho menos era pensar que ese deseo recurrente de la izquierda española de abandonar la OTAN, materializado en el eslogan del PSOE «OTAN, de entrada no» cual precuela felipista de los cambios de opinión sanchistas, pudiera hacerse realidad. Y hacerse por abandono de la propia OTAN que Europa intenta salvaguardar cuando quizás lo oportuno ahora sea la constitución de otra alianza bajo liderazgo europeo.

Publicidad

Porque, como contrapartida, la implosión de la OTAN puede conseguir lo que nunca se logró en el seno de la UE, esto es, una política exterior y de defensa verdaderamente europea. Sentirnos abandonados por el «tío Sam» obliga a repensar cómo ser fuertes frente a un invasor que puede reivindicar no solo Ucrania sino Polonia o Finlandia. Un agresor justificado, sin embargo, por el que hasta ayer era el líder del mundo libre. No parece importarle dejar de serlo. El complejo de superioridad de Trump es tan grande que se ha propuesto reclamar deudas a todo al planeta cuando en el fondo está actuando como el perrito faldero de Putin.

Si Europa fuera realmente una entidad diversa pero unida podría erigirse en la conciencia moral de la política internacional si es que ambas expresiones pueden coincidir en la misma frase. Frente al oportunismo de los dirigentes de la Nueva Guerra Fría, Europa debería ser el garante de los derechos universales, de la diplomacia y de los principios que han regido la etapa más larga de paz y estabilidad en el mundo. Europa, aunque se inmole en ello, debe reivindicar un planeta que base su futuro en algo más que el uso de la fuerza o de la amenaza económica entre las naciones. O entre los egos de determinados personajes que han rehabilitado al patriarcado en su versión más 'Torrente' como forma de dirigir la política internacional. Una pena que Europa tenga a Úrsula von der Leyen como cabeza visible. Es el momento de una nueva alianza europea capitaneada por Merkel, que conoce como pocos al enemigo soviético.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad