Urgente Un afortunado gana 128.370,85 euros con la Bonoloto de este lunes en un municipio de 1.500 habitantes

Se lo debemos a Izan y a Rubén. No es sentimentalismo barato ni demagogia simple. Es que los gestores de lo público, que incluye los ... recursos destinados a la protección de la población, deben explicar por qué no fueron capaces de asegurar la vida de los dos pequeños y de más de 200 compatriotas. Al menos, a ellos y a sus seres queridos les debemos el esfuerzo de saber qué falló, aunque nuestros políticos anden enfocados en quién. Es la diferencia entre los deseos de mejorar y los de permanecer en el poder. 'Qué' o 'quién' marca un punto cualitativo en el análisis de la tragedia.

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No me urge saber quién es el responsable. No quiero nombres sino errores. No quiero culpas sino fallos. Y no quiero condenas sino correcciones. Es lo que les debemos a quienes hoy lloran y a quienes nos dejaron. Más cambios y menos vendettas. La venganza no genera mejoras sino inquina, y lo que necesitamos ahora es tener la convicción de que no volverá a pasar algo así. Nunca más. Es la base de la superación. Sobreponerse significa mirar hacia delante aupándonos en el dolor. Es justo lo contrario de quienes se quedan hipnotizados por el odio y lo miman y lo acunan para hacerlo crecer. La indignación es lógica, humana y previsible, pero no es eterna. Es un trampolín para lograr, una vez serenado el ánimo, que los protocolos se revisen, los planes se apliquen y las mejoras se estudien, presupuesten y pongan en marcha. El odio y la indignación necesitan un quién. No se odia en el vacío ni se indigna una con la realidad, sino con los autores de esa realidad. Por eso la pregunta clave que debemos responder es qué falló. El quién es otra cosa; es una pregunta también necesaria en términos penales y políticos, pero no es la prioritaria, salvo que el objetivo sea sobrevivir, aferrarse al cargo, conquistarlo o derrotar al enemigo. En eso andan nuestros políticos y por eso demuestran su mezquindad. Lo que debemos a las víctimas y a sus familias no es un eslogan ni una pancarta sino un cambio que, al menos, llene un ínfimo espacio de todo el vacío interior que sienten. No es consuelo. Nunca lo hay. Pero saber que ningún otro niño, ni anciano, ni trabajador, ni servidor público, ni padre o madre camino del súper, perderán la vida por imprevisión, negligencia o irresponsabilidad dará algo de sentido a una pérdida que no lo tiene.

Vienen tiempos de guerra política y rodarán cabezas para sentir que alguien se hace responsable. Pero eso pertenece al corto plazo. Lo que necesitamos es la mirada a largo plazo. Y eso exige responder a qué y por qué.

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