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Una de las palabras del año, si hubiera que votar ahora, sería «resignificación». Resignificar es dotar de nuevo significado a algo que ya existía de ... antemano y suele aplicarse en psicología a la forma de abordar un trauma o una experiencia dolorosa. Por ejemplo, cuando aprendemos a vivir los rechazos o las crisis como una invitación a conocernos mejor o a superarnos. Eso es conceptualizar de nuevo una mala experiencia y transformarla en una oportunidad. Es lo que a veces hemos visto en grandes triunfadores, como Rafa Nadal, que no se entienden sin decenas de fracasos previos al éxito. El fracaso, así, no es un desastre sino una situación de aprendizaje.
Sin embargo, el gobierno usa el término «resignificación» para relacionarlo con la memoria histórica. Es cierto que, en psicoterapia, se utiliza para referirse a cómo recordamos y guardamos memoria de nuestro pasado porque del modo como hayamos conceptualizado lo sucedido dependerá cómo lo vivimos y cómo lo experimentamos cada vez que lo recordamos. En ese sentido, es comprensible su vinculación a los procesos de memoria colectiva como pretende el gobierno con el Valle de los Caídos o, más recientemente, con el edificio del NO-DO que quieren resignificar también. Todo, como se ve, vinculado a la etapa franquista en el 50 aniversario de la muerte de Franco. Pero no es fácil.
Es cierto que si un lugar fue creado para la exaltación de una dictadura un estado democrático procure evitar que siga utilizándose para ese fin. Lo que está por ver es que pueda o deba eliminar el sentido con el que se hizo. Y mucho menos eliminar el lugar en sí. Alemania tiene claro que no hay que destruir Auschwitz, sino exponerlo con toda su crudeza explicando la barbarie a las nuevas generaciones como forma de prevenir su repetición. Como vacuna contra el nazismo y todas sus manifestaciones. Y lo mismo puede aplicarse al Valle de los Caídos o al edificio donde estuvo instalada la censura y la propaganda del NO-DO. No se debe hacer desaparecer las pruebas del pasado sino exponerlas sin aplaudir los errores. El riesgo, en el caso de los testimonios de la dictadura, es pasar al otro extremo, esto es, resignificarlo para exaltar una etapa de la Historia de España en la que se atentó, torturó y asesinó a miles de españoles por ser de derechas, católicos o antirrepublicanos. Ese testimonio estaba en decenas de templos o plazas, pero se hicieron desaparecer por exaltar el franquismo. Es razonable, pero no se vislumbra solución al problema de resignificar omitiendo esa parte de la historia.
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