En una ocasión, me recomendaron ir a un funeral con el argumento de «esas cosas no se olvidan nunca», refiriéndose a que los deudos del ... difunto recordarán siempre quién estuvo a su lado en los momentos difíciles y quién no. Me pareció demasiado calculado, cuando lo que nace de dentro en esas circunstancias es acompañar a la persona y no tanto quedar bien, pero admito que no les faltaba razón en los actos fúnebres donde predominan las relaciones sociales más que familiares o afectivas.
Con la misa de inicio de pontificado que se celebró ayer en Roma dudo que el Papa tenga presente ese factor a la hora de relacionarse con los dirigentes del mundo. Entiendo que, para él como persona, lo verdaderamente relevante es la presencia de sus allegados y, como jefe del Estado del Vaticano, será su Secretario de Estado y su diplomacia los que analizarán quiénes han ido, qué altura han tenido los representantes de cada país y cómo se han relacionado con el Pontífice.
En ese sentido, España no puede estar mejor representada que con los Reyes. Constituyen la más alta autoridad; son quienes deben estar por la tradición y los lazos que unen a nuestro país con la Santa Sede y quienes mejor saben comportarse como dirigentes internacionales y como católicos. No hay más que recordar el funeral del papa Francisco. Nuestros Reyes fueron los únicos que inclinaron la cabeza en señal de respeto al paso del féretro.
Por todo eso, casi me alegro de que no vaya Sánchez. 'As usual', que dirían los anglosajones. Como de costumbre. Sánchez puede intentar hacer sombra o arrinconar al Rey queriendo ejercer de presidente de la república, pero es difícil eclipsar a un Papa el día en que inicia su pontificado. O cualquier otro día. Ya quisiera Sánchez que el Congreso lo recibiera como recibe la Plaza de San Pedro al Papa recién elegido. Ni todos los palmeros del PSOE pueden aproximarse a la centésima parte de lo que se siente ante esa plaza enfervorizada.
Sin embargo, como su ego es más alto que la Cúpula de San Pedro, Sánchez ha intentado adelantarse al Rey escribiendo al Papa para solicitar una audiencia. Será que Prevost tiene la agenda muy despejada en estos días y que su mayor urgencia es sentarse con un presidente al que le faltará tiempo para cuestionarlo. En cuanto hable, como ya hizo el otro día en su discurso ante el Cuerpo Diplomático, de la familia «fundada sobre la unión estable entre el hombre y la mujer», se acabará el idilio gubernamental con Francisco y sus sucesores. Con Prevost, Díaz y Bolaños no van a querer ser tan coleguitas.
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