Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

La primera vez que Trump se presentó a la presidencia de EE.UU. encabezando al Partido Republicano, aposté a que no saldría. Parecía el bufón ... curioso del momento. En esta ocasión, en cambio, tenía claro que iba a arrasar. Sobre todo, viendo la trayectoria sin rumbo de los demócratas durante meses, dudando entre Biden y una Harris de última hora. En su primera presidencia, Trump parecía una caricatura de líder totalitario que llega por casualidad a la Casa Blanca. Todo era meme y parodia. En esta ocasión, nadie se ríe al verlo y los memes no pasan del sombrero de Melania.

Publicidad

En ciertos círculos de izquierda siguen optando por el sarcasmo descarnado, casi como una risa floja y nerviosa ante lo que se avecina. Se presenta al nuevo presidente como el iluminado que va a destruir la democracia poniéndola al servicio de la «tecnocasta», como la llamó Pedro Sánchez, y se trata al electorado que le dio la victoria como un grupo de salvajes, sin actividad cerebral, casi analfabetos y en un estado evolutivo anterior al neandertal. Todo menos mirar hacia la responsabilidad que los demócratas han tenido en su fracaso. Lo mismo sucede en los estados europeos en los que triunfa la extrema derecha. Más allá de que se trate de una etapa política y de los vaivenes propios de la Historia, el auge de los nuevos populismos de derechas tiene su origen, en parte, en la gestión de los partidos tradicionales que han extendido el rechazo al otro como base de su estrategia para alcanzar y mantener el poder. Ese rechazo deviene fácilmente en el desprecio por la misma alternancia. Si el otro es lo peor, la democracia no es un buen sistema porque permite gobernar a «los peores».

Ése es el planteamiento actual de Trump cuyos seguidores desprecian a los demócratas e incluso a los republicanos no trumpistas. Pero también, entre esos, se hace de menos a los votantes que han dado la victoria a Trump. En Europa vivimos un proceso similar. La izquierda suele presentarse como la única legitimada para gobernar puesto que enfrente solo está el totalitarismo de la derechona. Y entre los conservadores, la izquierda se contempla como la presencia de un extremismo intolerable que pone en riesgo el propio sistema. Mientras se niegue legitimidad al oponente para alcanzar el poder, el daño no se le hace a él sino a la propia democracia. La broma y el meme son legítimos, pero no constituyen el único argumento para criticar al contrario porque no aportan razones sino emociones básicas. El sombrero de Melania no define a Trump, aunque resulte tan simbólico.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€

Publicidad