Cuando dos médicos no se ponen de acuerdo, el último que debería verse afectado es el paciente. Si dos profesores no trabajan bien juntos quien ... no debe notarlo es el estudiante. Cuando dos funcionarios discrepan en un asunto, el último que debería sufrir la molestia es el ciudadano. En todos los casos, estamos hablando de un tercero -el receptor de esa actividad- que no debe resultar perjudicado por las diferencias de criterio o forma de actuar de los profesionales de un sector y mucho menos si el abismo entre los dos tiene su origen en la animadversión personal. Nada peor que ver a un paciente tratado mal porque lo remite un colega de la privada a un centro público, o viceversa, o a un doctorando masacrado por un miembro del tribunal porque el director de tesis es uno de sus mejores enemigos. Con los políticos, sin embargo, estamos acostumbrados a que eso sea moneda común solo por discrepancias ideológicas o, lo que es peor, por luchas de poder. Lo estamos viendo con la dana y las zancadillas, trifulcas y reticencias de unos y otros solo porque tienen que convivir con el oponente.
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Desde el principio los valencianos asisten, atónitos, a la utilización de su desgracia para beneficio o parapeto de unos y otros. Nuestros políticos creen, ingenuamente, que todo lo arregla el relato. Que con construir luego una interpretación ad hoc que pueda arrojarse al enemigo será suficiente. Como si los habitantes de las zonas afectadas no vieran quién les ayuda y quién no, quién va por allí a echar una mano o hace que la propia zona se la eche a él. No se puede engañar a todos durante todo el tiempo ni a quienes tienen los pies llenos de barro hablando de cifras y letras en estadísticas y papeles fríos. No sirve de nada utilizar el barro para manchar al otro porque lo que necesitan los afectados es que se lo lleven unos y otros fuera de sus casas, sus calles y sus negocios. Lo último que necesitan es que su dolor sea un arma arrojadiza. Sin embargo, lo estamos viendo. Una vez más.
El reproche al otro será necesario. Habrá que recordar, sin duda, que la prevención no funcionó y que a Mazón se le vio noqueado durante días, pero anclarse en pedir su dimisión no ayuda a los vecinos. Habrá que poner en evidencia la cicatería de Defensa y la falta de explicaciones de la CHJ, pero sin dejar de poner el foco en lo que debe cambiar para que no se repita lo sucedido. Da la impresión de que, de nuevo, la prioridad es el interés propio y no el general, ése para el que este año, más que nunca, están reclamando atención los valencianos.
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