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Ahora papá es el Amado Líder. Han conseguido democratizar la casta
La casta era esto. Era ser «sobrina» del ministro para no tener que ir a trabajar ni pagar un alquiler imposible. O ser hermano del ... presidente para acceder a una plaza pública sin casi moverse de casa. O entrar en las puertas giratorias para no perder la paguita de cada mes sin batirse el cobre en la empresa privada. O presidente del gobierno bajo el estandarte de la lucha contra la corrupción mientras en el partido algunos se interesan por las obras públicas no siendo jubilados que comentan frente a una zanja. En definitiva, la casta era el enemigo al que combatir, herencia de tiempos antiguos en los que unos señoritos copaban el poder aplastando a los débiles. Pero ellos vinieron a derribarla y han cumplido; hay que reconocerlo. Ya no son señoritingos, hijos de papá. Ahora papá es el Amado Líder. Han conseguido democratizar la casta. Ya no hace falta un apellido ni un gran patrimonio para acceder a lo más alto. Basta con tener tragaderas y algo que ofrecer en el altar del sacrificio en pro del Líder. Aceptémoslo. Han acabado con la casta como hacen quienes son incapaces de vencer a un mal: sumándose a él.
Lo sucedido en Extremadura no solo es sonrojante sino ejemplarizante. Y no me refiero a lo último, esa picaresca de Gallardo, el que nunca iba a huir buscando ser aforado hasta que decidió huir buscando ser aforado «porque uno tiene derecho a cambiar de opinión». Y a quedar como un pelele, claro que sí. Free peleles sin fronteras! Me refiero a todo el caso. A la elección de Extremadura. Tan cerca de Portugal y tan lejos de Madrid. Al uso de las personas. Del presidente de la Diputación y de todos los finiquitados para salvarle el pellejo. A la inusitada desfachatez con la que el 'hermanísimo' evidenciaba no conocer nada sobre su puesto de trabajo. Y, por supuesto, al discursito de persecución política en el que se envuelve el PSOE para defender su impunidad eterna. Si la casta era, al fin y a la postre, ser útil al que manda, sea un señor feudal en el siglo X o uno electoral, en el XXI, el 'lawfare' es el mejor escudo antimisiles que pudiera construir un dictador contemporáneo. Nunca comete faltas ni delitos. Y, cuando lo parece, no es real, o es fake o es persecución por parte de los jueces.
Ante el ciudadano, el numerito socialista extremeño es una prueba de que, en el fondo, 'lawfare' es el desamparo ante el que se encuentra cualquier ciudadano de a pie que ni tiene tíos ministros ni hermanos presidentes ni acceso a fueros especiales. Y para los políticos, que si quieren tenerlos ya saben qué hacer.
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