Urgente La Lotería Nacional del sábado deja el primer premio en un popular municipio valenciano y otras cinco localidades

Hace poco me presentaron a una exasesora de Sumar que había cambiado de trabajo por circunstancias, no por falta de convicción. Seguía presumiendo de ser ... de izquierdas y guardaba cierto cachondeito para la derechona, Díaz Ayuso y la 'fachosfera' abundante en la Meseta. En un momento dado, nos enseñó a quienes compartíamos mesa y mantel con ella, una foto de su Instagram. En ella se le veía posando con Errejón y, en medio de risas y mucha guasa de la mesa, preguntó: «¿Debería borrarla, no?». «Casi que sí», señalaron a coro los más afines. Pero ella remató la escena haciéndose la ofendidita, en clave de humor, por no haber sido acosada por el joven verde. «Debo de ser la única», dijo entre bromas y mucha complicidad de los amigos, «y eso es lo que más me molesta». (Risas).

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No terminó de hacerme gracia, pero lo que más me soliviantó fue la actitud displicente de quienes se decían progresistas mirando por encima del hombro a los conservadores. Más allá de lo que digan los jueces en su momento, estaban hablando de una persona sospechosa de no tratar con respeto a las mujeres y eso no es gracioso. Bromear con la 'ofensa' de no haber sido acosada, como si fuera una garantía de atractivo femenino, es más propio de un 'señoro' en la barra del bar que de una mujer progresista. Pero a eso se unió la voz de un crítico con el PP, presente en la comida, que combinaba la acusación de fascista para aquel que no votara izquierda, con la comprensión hacia Errejón y todos aquellos que sufren las iras de una mujer despechada (sic). Por momentos no supe si levantarme por no ser de izquierdas o hacerlo por no ser una facha de lo más rancia. Supongo que eso significa ser de centro, sufrir mareos en babor y en estribor al mismo tiempo. Puro corazón partío.

En medio de esa zozobra, me pregunté inevitablemente cuál es la base de la superioridad moral de la izquierda a la que suelen apelar y que, sin embargo, disculpa a los propios con los argumentos que critica cuando los escucha en boca de los oponentes. No sé si lo de Errejón es una denuncia falsa, ya se verá, pero no suelo sospecharlo a priori de ninguna mujer. ¿A Elisa Mouliáa no se le aplica el 'yo sí te creo'? Lo peor fue la frivolidad con la que un grupo de progresistas trataban una denuncia por agresión sexual. Era lo más parecido a una comida de derechas, según su perspectiva, de modo que concluí en que no es la ideología lo que nos sitúa frente a los hechos sino nuestros propios prejuicios. Al menos, cuando los hechos cuestionan nuestra visión estereotipada de la realidad.

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