Al cierre de este artículo el mundo aguantaba la respiración, a la expectativa de lo que pueda ocurrir en Venezuela, incluyendo un enfrentamiento civil. Que ... la narco dictadura chavista haya estado regalando armas entre sus seguidores, no presagia precisamente, una transición pacífica hacia la democracia como la española. Allí, el pueblo enfrenta su destino contra una autocracia, la de Maduro, que amaña las elecciones y aun así las pierde y que practica la tortura y la violación de los derechos humanos. Y la ciudadanía resiste, venciendo al miedo y al terrorismo de estado, ocupando las calles y alzando la voz encorajada. Lo hicieron el 28 de julio tras ganar el movimiento opositor las elecciones y ante el pucherazo que perpetraba el chavismo y lo vuelve a hacer hoy, medio año después, cuando el tiempo para proclamar al presidente electo se agota. Ninguna democracia internacional puede dar la espalda al drama que vive un pueblo, sin los mínimos derechos civiles y que se muere de hambre y necesidad. Tanta, que en solo tres años, 8 millones de venezolanos han dejado su país huyendo de la miseria.
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Ser disidente frente a una dictadura bien regada por el dinero del narcotráfico y el petróleo y con un ejército sodomizado por sus sobornos, no puede verse de soslayo. Dar la callada por respuesta frente a tanto sufrimiento, resulta vergonzoso y más, tras el secuestro a tiros de la líder de la oposición y la recompensa de 100.000 dólares por la «cabeza» del ganador de las elecciones. El pretexto del gobierno español es que sigue la misma línea que marca la Unión Europea, de no aceptar el triunfo de Maduro y no reconocer como presidente a Edmundo González, mientras olvida que nuestro país no puede equipararse a Italia, Francia o Alemania en este asunto. Ni ellos tienen lazos históricos con Venezuela y con América latina, ni un expresidente ejerce de intermediario de una dictadura, ni sus ciudades son tierra de acogida para 400.000 exiliados de ese país.
Como recuerda Felipe González, no puede escudarse Sánchez en ir de la mano con toda la Unión Europea cuando se salió del guión y fue por libre, en el caso de Israel y el conflicto de Oriente Próximo. El ejecutivo que abrazó a Delcy Rodríguez con nocturnidad y secretismo, se pone de perfil ante la llamada de auxilio de la nación venezolana y desprecia el mandamiento tácito del Congreso y el Senado de reconocer a Edmundo González como presidente. Tan coherente todo, como ir celebrando el fin de la dictadura de Franco, pero favoreciendo que pueblos hermanos sigan bajo una.
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