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La semana del orgullo convertida en la semana de la vergüenza. La que produce ver a una gran parte de la izquierda política y mediática, ... entregada con inquina al descrédito personal y político de la alcaldesa de Valencia acusándola de homófoba y sectaria y todo por haber descartado que la bandera arcoíris penda del balcón consistorial. Que el edificio se ilumine entero de arriba abajo no es suficiente, no. Le falta una bandera. Como si esta fuera el Penó de la Conquesta dándole un trato preferente que ningún otro día internacional tiene y con causas igual o más necesarias que reivindicar. Acusarla de estar comparando la homosexualidad con una enfermedad, es de una bajeza perversa.
Parece que la verdad ha importado poco. Se trataba de hacer ruido y buscar el titular y se ha conseguido. Es el marchamo que lleva adquiriendo preocupantemente la nueva izquierda de los post gobiernos tripartitos, lanzada sin descanso a la conquista del electorado combativo que tenía un Podemos que nació y se alimentó en las redes sociales. Una carrera sin freno ni día de descanso desde que los gobiernos autonómico y municipales cambiaron de color. El nuevo método la comunicación política; hacer crecer las polémicas y los escándalos a base de likes, followers y retuits, aunque por el camino se mancille la honorabilidad de otros y se cercene la verdad. Asistimos al espectáculo de una nueva inquisición; la del golpe del clic y el odio, ese fango que dicen combatir a la vez que lo practican procelosamente.
Asegurar que María José Catalá no defiende la diversidad y la libertad sexual cuando en su vida personal y política ha dado sobradas muestras de todo lo contrario, cuando toda la fachada del ayuntamiento luce iluminada con la bandera LGTBI y se ha hecho la misma inversión que con los gobiernos de Ribó, incluso más, se ha organizado una semana festiva, incluyendo presentación de la misma con actuaciones musicales y fuegos artificiales, se ha diseñado una campaña publicitaria en soportes variados, pantallas y autobuses de la EMT y se ha facilitado que pudieran darse dos celebraciones distintas pero ha faltado una bandera... Acabáramos. Ahí nos queda la de 60 metros del PSOE y el show de Compromís 'asaltando' el balcón consistorial y forzando la foto de un policía local arrebatándoles la bandera como es su obligación. Los defensores de los trabajadores exponiendo la identidad de uno a cara descubierta.
Y aun siendo muy lamentable el daño personal que se le ha hecho a la alcaldesa y a la imagen de la ciudad, lo más inquietante es confirmar con bastante impotencia cómo cualquier barbaridad encuentra acomodo y difusión en las redes sociales. Que ministras como Reyes Maroto, Ana Redondo o Yolanda Díaz se unan a la 'cacería' no presagia nada bueno. Lo mismo que hacer una utilización sectaria y partidista de un colectivo presente afortunadamente en toda la sociedad, izquierdas y derechas. Y dos observaciones: El PP no es Vox ni habla de 'unidades naturales' y las sentencias del Supremo que afectan a las banderas en edificios públicos deben leerse, al menos, los representantes políticos.
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