Crece la fractura social y el malestar hacia un PSOE que se desacredita a pasos agigantados. Que Sánchez no tenga un ápice de credibilidad a ... estas alturas y que su imagen ande por los suelos, no es lo importante. La deriva que ha emprendido tras las elecciones del 23 de julio a cambio de asegurar su permanencia en la Moncloa, está levantando una oleada de rechazo y malestar popular, como no se recordaba hacía tiempo. Pero salvo para su ego trasquilado, que el mundo lo vea como un títere en manos de un golpista huido de la justicia y de los herederos políticos de ETA, no es lo que debería preocuparnos.
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Hay cosas que están muy por encima de él: la estabilidad de nuestro sistema democrático, la imagen y reputación de España y el revés que está sufriendo el PSOE como marca. Y lamentablemente, sus siglas empiezan a ser irreconocibles para sus votantes, militantes y representantes públicos que admiten -en la intimidad- la tremenda dificultad que tienen para explicar lo inexplicable o para ilusionar a sus bases. Tanto mantra con ser «el partido de la transparencia» para terminar concluyendo cuanta razón tenía Albert Rivera cuando denunciaba que Sánchez tenía un plan secreto para España. Y ya van aflorando los peajes acordados opacamente con Bildu, ERC y Junts y todavía nos quedan por saber los del PNV, aunque viendo la ausencia de límites del monclovita, habrá que temerse cualquier cosa.
No se nos escapa que las cesiones hacia los independentistas, con la vergonzante quita de su deuda en más de 15.000 millones, ha tensionado la relación del gobierno central con el resto de autonomías agraviadas por semejante trato de favor a Cataluña. Tal vez por eso y por el «ambiente» critico con Sánchez que se puede palpar en toda España, su equipo de comunicación empieza a diseñar el relato de un gobierno sensible y receptivo hacia las reivindicaciones de otras autonomías. El sí del ministro Puente a la ampliación del puerto de Valencia, es muestra de ello. El PSOE actual intenta neutralizar su caída en popularidad de cara a las próximas elecciones europeas, moviendo peones y modificando la estrategia.
Y el conclave de este fin de semana del PSPV va a ser el escenario perfecto para hacerlo público. Sánchez lo quiere todo controlado y bien atado. Despeje hacia arriba, para Rebeca Torró como secretaria de Estado y hoy, para un Ximo Puig que perderá el cargo de secretario general del socialismo valenciano gracias a un puesto rimbombante en París como «embajador». Golpe sobre la mesa con aviso de paso a todas las facciones de la federación valenciana de quien es el que manda. Y aunque suene apresurada la apuesta, al cierre de este artículo, Sánchez seguía adelante con su plan: Diana Morant es la elegida, garantizándose con ello el control del «aparato» valenciano. Una noticia que, por otra parte, será muy bien recibida en el PP de la Comunitat.
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