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Reivindicarse es necesario y legítimo para avanzar en igualdad, pero también lo es hacerlo con mesura y racionalidad ¿Ha dañado a la lucha feminista el ... tono chusco y frentista de Podemos y Sumar? ¿Y la falta de congruencia del PSOE? La respuesta resulta evidente: El movimiento pierde fuerza cuando quienes lo enarbolan caen en el radicalismo y en la hipocresía, defendiendo un discurso en sus programas mientras en la práctica encubren o minimizan los abusos dentro de sus propias filas. No se puede combatir el machismo con discursos grandilocuentes mientras se mira hacia otro lado si los agresores son los propios compañeros de partido. Llamarlo prostitución, abusos o violencia no cambia el fondo del problema: el doble rasero que destruye la credibilidad de la causa y que traiciona a las mujeres que dicen defender.
Especialmente hoy, en el día de mayor visibilidad de la lucha de las mujeres por la igualdad y contra las violencias que persisten en el mundo, estas reivindicaciones quedan opacadas cuando quienes se apropian y rentabilizan el discurso feminista carecen de una verdadera convicción. Un debate incómodo para muchos sobre la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, que nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de actuar con ejemplaridad, o dicho de forma más simple, de predicar con el ejemplo. El movimiento igualitario impulsado en los últimos años bajo consignas como «hermana, yo sí te creo», «los hombres son violadores en potencia» o «sola y borracha quiero llegar a casa«, ha visto tambalear todo su discurso y estructura. A esto se suma la aplicación de las leyes de Podemos como la del «Solo sí es sí» -respaldada también con los votos del PSOE, que no se debe olvidar- y que ha permitido la reducción de condenas y la excarcelación de agresores sexuales, incluyendo a violadores como los de La Manada de Pamplona.
Y con esas andamos las mujeres hoy, con el movimiento activista desdibujado y debatiéndose entre dos posturas contrapuestas, la de la expresión radical plagada de provocaciones y ocurrencias y la más reflexiva aunque doliente por la misma herida de la falta de coherencia y autenticidad. Dijo la ministra Redondo al relevar a Irene Montero que su objetivo era restablecer la unidad del feminismo, algo que dos años después sigue sin lograrse. Con dos marchas enfrentadas en la mayoría de capitales de provincia y un neo fanatismo e intransigencia que perjudica más que ayuda. Se necesitan líderes, hombres y mujeres sensatos, que sepan escuchar y conversar con la capacidad de integrar en la misma lucha a toda la sociedad. Del resto, como diría Rajoy, «no pienso responder si creo que ustedes son tontos».
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