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El odio se huele. Y anda escampando su hedor por nuestras instituciones desde ese fatídico 29 de octubre que marcará nuestras vidas para siempre. No ... hay día sin dentellada, sin insultos, sin despropósito y sin agresividad. El papel de la oposición tan necesario y útil para una democracia, se queda huérfano de sentido cuando solo adquiere un cariz destructor como el que tiene hoy. A poco que se repasen los TL de portavoces, diputados y concejales se concluye tristemente, que no hay verdaderas ganas de aportar y que el castigo -y no el esclarecimiento de los hechos- es el único programa de gobierno que se lleva adelante. Destruir en lugar de construir. Este es el drama de la política valenciana actual.
Se podrá expresar en términos más suaves y ciertamente más prudentes, pero es indiscutible que cuatro meses después, el desempeño de las funciones que tienen atribuidas nuestros representantes públicos está completamente desdibujado. Que en lugar de propiciar leyes e iniciativas políticas (por lo que han sido elegidos y por lo que cobran) se cimente el papel de oposición en las embestidas y difamaciones de trazo grueso por redes sociales y medios, es para que reflexionemos seriamente.
Empezando por preguntarse en qué mejora la vida de los valencianos llamar a diario al titular del Consell asesino, traidor, inútil, mentiroso, payaso, verdugo, miserable, indigno, etc. Parece mentira que con la historia reciente de nuestra política, se tenga tan poca memoria y se haya aprendido tan poco, sobre hacia dónde conduce la cacería y el ensañamiento con la persona y no con el cargo. Que a estas alturas haya que explicar que una cosa es pedir explicaciones, rebatir y denunciar y otra 'tirar a matar' es lamentable. Y con Carlos Mazón algunos han encontrado un filón... y una excusa tras la que esconder su propia incapacidad. En la pregunta está la clave: ¿cuántas iniciativas parlamentarias de calado ha llevado a cabo la oposición desde la dana?
Con qué facilidad se bandea la dignidad de los afectados y que poco se arrima el hombro. Es aquello de mucho hablar y poco hacer, o de cómo se echan en falta las fotos recogiendo barro o visitando los municipios afectados. Levantar el dedo acusador, todos... Mancharse de barro, muy pocos. Y por el respeto que merece la memoria de los 224 que fallecieron, habrá que depurarse hasta la última responsabilidad.
Sería mucho más cómodo tirar la toalla y poner punto final a una cacería que no va a cesar tan fácilmente. Pero ¿sería eso lo mejor para cinco millones de valencianos? No parece muy insensato pensar que una nueva administración solo valdría para perder un tiempo que necesitan de manera vital todas las víctimas. Los tiempos y las formas son muy importantes y de momento, las sentencias las promulgan los tribunales y el tiempo como hecho inexorable. Y ambos hablarán.
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