Una cosa es la polémica, el debate y el derecho a la crítica y otra bien distinta, el linchamiento y la cacería a la persona. ... Y todas ellas se dan en el caso del interrogatorio del juez Carretero a Elisa Mouliaá. El magistrado ocupa el protagonismo mediático por el desacertado tono con que tomó declaración a la mujer que ha denunciado por agresión sexual a Íñigo Errejón. Y no solo fue desacertado. También resultó tosco, despectivo, grosero, hostil, desafiante, inquisitivo y abiertamente desagradable.

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El eje sobre el que pivota el debate no es que su señoría sea un hombre enfático, excesivo, vehemente y rotundo con el lenguaje y la gestualidad, que lo es, sino que mostró una ausencia absoluta de empatía y sensibilidad hacia una víctima de violencia sexual obligada a rememorar, de pie durante 75 minutos (que ni sentarse se le ofreció) los hechos que le llevaron a denunciar al ex portavoz de Sumar. Dice el magistrado que su obligación es averiguar los hechos, naturalmente, y que desde el inicio advirtió a la actriz de qué le haría preguntas «molestas». Solo que avisar no supone justificar de antemano cualquier cosa, y más cuando la incomodidad y nerviosismo de la declarante resultaba tan evidente. Su obligación es saber reconducir la situación--experiencia tiene de sobra- y no lo hizo.

Preguntas cómo ¿con qué ánimo se sacó el pene?, ¿cuánto tiempo estuvo chupándole las tetas?, ¿para qué sacó el miembro viril?, ¿se quitó las bragas?, ¿no será que usted quería otra cosa con ese señor y al no corresponderle por eso le denunció?, indican, como mínimo, falta de compresión de cómo opera la violencia sexual y ausencia de tacto. Se lamentaba el juez ante Susana Griso de estar siendo perseguido por su tono de voz y su vehemencia. Y tiene razón. Se le critica por eso -con todo merecimiento- y por su lacerante falta de sensibilidad ante la víctima y no con el supuesto agresor, con el que llegó adoptar un tono de cierto compadreo totalmente incomprensible. Pero hasta aquí, todo cuanto se le puede reprochar justamente.

Porque si él erró con las formas, llamarle sádico, torturador, machista, maltratador de mujeres o someterle a una campaña de linchamiento mediático y persecución como hacía tiempo que no se recordaba, resulta tan reproblable o más, que su desafortunada actitud en sala. De momento, el magistrado pide amparo al mismo CGPJ que le abre expediente tras haber recibido un aluvión de quejas contra él. Veremos en qué termina todo, incluyendo la autoría del filtrado de una declaración a las 24 horas y que también es un delito. Mientras tanto mejor haría el señor Carretero en no adoptar el tono sarcástico con que anda justificándose por los medios. Frases como «yo no sé qué diferencia puede haber entre tetas y pechos, culos y glúteos, es cuestión de más fino o menos fino» no le benefician en nada. La humildad y las disculpas no están reñidas con la judicatura.

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