Ni siquiera la habitual sagacidad del director de LAS PROVINCIAS Jesús Trelis pudo detectar que un enunciado tan sencillo como «presumimos de valencianía» sería capaz de despertar un torrente de emociones. Al menos en mí. Fueron sus palabras y las del president Carlos Mazón durante ... la gala de los Premios Valencianos para el siglo XXI las que decidieron finalmente el contenido de este artículo. Son tiempos -que ya tocaba- de reivindicar con orgullo nuestra esencia como pueblo. Valors, arrels, identidad y principios fueron, significativamente, los términos más repetidos durante la noche.
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Y seguramente porque fueron sentidos y no impostados lograron el propósito de la reflexión. Qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Respetar el pasado para avanzar hacia el futuro. Y más, en tiempos especialmente convulsos como los actuales, donde la única manera de reivindicarse sólidamente pasa por la unión y el coraje. Desde el periodismo, la política, la empresa, las instituciones o los movimientos sociales, agarrados a la fuerza de la ilusión por cambiar las cosas o mejorarlas. Sin caer ni en chovinismos ni nacionalismos baratos pero tampoco en complejos injustificados. Toca mantener una actitud entusiasta -por historia y por derecho- a la que invita el titular del Consell con su firme voluntad de no dejarse amilanar ante nada.
Han quedado obsoletos el meninfotisme, la pose de perfil y la tibieza. Se lleva la ilusión por alcanzar las metas. Trelis lo resumió con «un periódico que en medio de la incertidumbre mira a las estrellas», «con ambición de futuro, pero con una humildad absoluta». Y reconforta comprobar que a pesar de los obstáculos y las dificultades, casi 160 años después de su fundación, LAS PROVINCIAS sigue fiel y leal a sus valores y principios. Gustaran más o menos, pero son como han sido siempre, sin ambages ni giros interesados. Decía el periodista Hodding Carter que «sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas» y ambas se hicieron anoche evidentes. Recordé a mi padre con LAS PROVINCIAS sobre la mesa. Podía no tener pan del día pero su «diari» no le faltaba jamás. Incluso cuando la demencia ya hacía estragos. Había que estar informado para poder decidir y lograr realizar los sueños. Una lección de vida que te dejan padres, que como el mío, inocularon además bajo la piel de sus hijos, el respeto por la tierra que les vio nacer. Valencianía lo llamaba él. Y le llamo yo. En mayúsculas y con orgullo. Que ya toca.
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