Amar el teatro

Los que peinamos canas, y hemos estado involucrados en el arte de Talía, sabemos que en el largo camino del concurso se han quedado grupos magníficos, por distintas causas, y han aparecido otros con fuerza. Lo que sí es una realidad es que el certamen ha cogido altura, aunque habría que pulir algunos aspectos. Sólo hay que mirar atrás y comprobar la afluencia de público y los galardones conseguidos por los cuadros artísticos.

Otro aspecto que no se quita ni con agua caliente es el prejuicio surgido desde las etiquetas. Una de ellas, sin duda, es el término 'aficionado', que a veces cae como una losa sobre los falleros que hacen teatro. Cuando se les tilda así es para, únicamente, señalar sus defectos antes que para destacar su cariño, esfuerzo e ilusión por su trabajo. Se nos olvida que, en muchas ocasiones, la diferencia entre profesional y aficionado viene dada por la clase de beneficio que cada uno obtiene de su actividad y la dedicación exclusiva, pero no por la pasión hacia ella. Y las tablas tienden a apasionar a aquellas personas que prueban su 'veneno'.

En La Rambleta y el teatro Flumen podemos deleitarnos, hasta cerca de navidades, según la programación de la Junta Central Fallera, con buenas y atrevidas propuestas escénicas.

Ejemplos los tuvimos el pasado año en las diferentes categorías de competición. Este año no esperamos menos.