La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original

El paso de los años arrastra consigo, guste o no guste, tradiciones y recuerdos que solamente perduran gracias al tesón de quienes luchan a diario ... por mantenerlos vivos. Y hablar de tradición supone, inevitablemente, remontarnos a una época en la que la ciudad lucía en todo su esplendor gracias a su actividad comercial. Valencia no es ajena a los movimientos de las ciudades con un comercio activo y, así, ha ido cediendo a las tentadoras ofertas de las firmas comerciales y de las franquicias, que han tomado posiciones en los mejores locales de la ciudad, sobre todo del casco antiguo. Pero los que ya peinamos canas nos acordamos con cierta nostalgia de algunos de aquellos establecimientos que formaron parte de nuestras vidas. Las firmas tradicionales, que resistieron durante generaciones los envites de la competencia, continúan haciéndolo, aunque ahora lo tienen más crudo por la subida de las rentas antiguas y otras situaciones que, en ocasiones, provocan que se baje la persiana. El caso más reciente es el cierre de Guantes Piqueres, en la plaza de la Reina, que, tras de cerca de 140 años de actividad, debe cerrar, en este caso por jubilación sin visos de relevo generacional. Una pena.

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La fisonomía comercial está mutando. ¿Recuerdan la papelería Sena Alós en la calle de las Barcas? También ha desaparecido de ese lugar y se instaló en la calle Trànsits. A bote pronto, en esta misma artería ciudadana, hay que recordar la desaparición del quiosco Quilis, situado en forma de tranvía a la entrada de un patio que daba acceso a un hostal, la farmacia Loras y la librería Bello, entre otros comercios. Hoy en día, en los tiempos de las nuevas tecnologías y las grandes superficies, todavía existen comercios que conservan su sabor tradicional y se enfrentan a la batalla diaria sin miedo, con las mismas armas que siempre han tenido: la calidad y la relación estrecha entre el vendedor y el cliente.

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