El fuego es el motivo

La fiesta cumple con su programación día a día y se encamina hacia el final, señalado para el próximo domingo, día de la cremà, en el que toda la vida creada desde el ingenio y la plástica cumplirá el encanto de una ilusión del alma, y en esa noche mágica entre humo y truenos quedará todo reducido a cenizas. Con el fuego, entregadas las fallas a una inquisición, tal parece que se purifican las conductas como si existiese un decidido propósito de rectificar, de olvidar pasados errores. Todo un grandiosos auto de fe, salvando las distancias, claro está.

El fuego es el motivo de la existencia de las fallas que tiembla y duda ante la obra de arte de los artesanos valencianos. Diría más, en el fuego está condensada toda la emoción y entusiasmo de la fiesta. De lo contrario, no se explica que el mundo fallero amontone cuanto de más bello pueda crear la imaginación y se le aplique el trueno de una carcasa para que todo arda, y quede convertido en cenizas.

Lo único que no arderá la noche del 19 de marzo será el sentimiento que palpita en el corazón de todos los falleros y falleras por el festejo: es incombustible y gracias a él la fiesta se renueva y continúa cada año, a pesar de los muchos problemas que la rodean. Por eso, esa misma noche será el momento de hacer un improvisado balance del ejercicio, sobre todo con la mirada puesta en el nuevo año fallero, que nos llega lleno de interrogantes y, sobre todo, de incertidumbre a todos los niveles. Sin embargo, diremos bien alto: ¡Vivan las Fallas 2024!